DESDE MI VIEJO Y GASTADO
Y
hoy mullido y renovado
Ni hoy, ni ayer, a decir verdad, creo hace unos cuantos
días, que ella no me usa. No entiendo mucho que le pasa, salvo que la veo muy
ocupad con la computadora. Esta cerca, me mira, y a veces me emprolija un poco,
pero no se desploma como es habitual en ella. También ha estado ocupada en
estos días con otros quehaceres más domésticos…preparar comida, unas tartas
dulces, creí escuchar, mmm…se me ocurre su próximo cumpleaños. Una vez al año
le acontece. pero yo lamentablemente no ligo ni un pedacito de torta, ni de
algún desaprensivo que me use…
Cuando está sentada aquí cerca, la veo que escribe…Pero yo
la extraño. Me gusta cuando se tira sobre mí, previo acomodar un poco unos
almohadones extras que ubica estratégicamente, para estar más cómoda.
Eso sí cuando se acomoda, se acomoda. Y le encanta dormirse
aquí, sobre mí. Esto en general ocurre después del mediodía, donde a veces mira
un poco de tv, en realidad hace que mira mientras dormita… Viene cansada de la
pileta. Todos los días va, yo creo que le hace muy bien y dice es un placer
para ella. Claro, entonces después se desploma sobre mí. Otro momento especial
para ella es la nochecita, donde se enchufa buscando una buena película, en
general en Netflix.
Pero, no deja de ser un enigma para mí, este ser con el que
convivo desde hace muchos años. Hace casi treinta años atrás, ella me adoptó,
junto a mi hermano gemelo y el otro, el de tres cuerpos (¿generoso el señor?).
Yo venía de largo tiempo transcurrido en la casa de sus
padres. Ella me tomó como herencia. Por suerte para nosotros, no sé qué me
hubiera deparado el destino, de haber ido con alguno de sus hermanos.
Pues bien, a partir de ahí fui partícipe de sus mudanzas y
andares. Si bien es una persona muy activa, me ha mudado en estos casi treinta
años, sin contar el primer y gran traslado, solo dos veces más. Parece que los
años la han aquietado. Sí, se la ve más tranquila.
Pero volvamos a nuestra historia. Sacando ese tiempo de
separación propio de la juventud, de formar pareja y familia propia, antes estuvimos
juntos durante toda su niñez y adolescencia. Creo, si mal no recuerdo, que era
una niña muy movediza, de jugar mucho con sus hermanos, y desde el lugar de
estar en el medio por su llegada al mundo, con algunas asperezas de celos
mutuos. La veo corriendo entre nosotros, aunque el lugar del living de la casa,
estaba en ese entonces reservado para las visitas.
La recuerdo disfrutando mucho esa amplia casa con un gran
patio. Aunque su lugar predilecto de juego era la calle y la vereda. En esa
casona fui testigo de su infancia, su escuela primaria (por cierto, muy
cerquita de esa residencia), su escuela secundaria y parte de sus estudios
universitarios.
Cuando volvimos a reencontrarnos, ella ya era adulta, estaba
casada, tenía dos hijos, de diecinueve y once años. A partir de ahí, ella y su
familia no me reservaron exclusivo para las visitas, fui muy usado. De todos
modos, siempre ella nos dio (a los tres) un lugar especial en su vida, en el de
su familia.
El tiempo corre para todos y lo mismo pasó conmigo (mis
hermanos compartieron esa misma suerte). Y los signos de esto eran muy
evidentes, aunque ella tratara de disimularlos con innumerables telas, muy
bonitas ellas, acomodadas sobre mí.
Hace más o menos un año, ya mi vestido (y algo más), a
gritos decía: ¡Así ya no puedo! Pero estructuralmente yo estaba muy entero.
Grande fue mi sorpresa cuando, después de mucho tiempo
tratando de hacerlo y de algunas cavilaciones, se dispuso a cambiar mis pilchas
y recauchutarme. Y ahí nos llevaron con gran dedicación a un taller de reparación,
la llaman tapicería. Y el tapicero, un genio, muy cuidadoso se esmeró mucho con
nosotros.
Quedamos hermosos, como nuevos. Creo tener vida para rato.
No sé qué hará ella, sigue siendo un enigma para mí, pero el
cuidado y desvelo puesto en mí y mis hermanos, me indica un buen porvenir. Y
ella seguramente seguirá con sus actividades y sus proyectos siempre actualizados
y participando activamente.
Adriana Brescia - 2022
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