martes, 15 de noviembre de 2022

 

EL pequeño gran milagro sucediendo en un día cualquiera.

 

La vida es tan maravillosa que no deja de sorprenderme así pasen rutinariamente los días y semanas y meses y años, con un repetido recorrido de domingo, lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo y vuelta a empezar y los ya más que conocidos meses de enero, febrero, marzo, abril… hasta diciembre y vuelta a empezar, también la estaciones verano, otoño, invierno y primavera, en la rueda imparable del tiempo.

Era un día cualquiera, más precisamente, un jueves por la mañana en el que había participado de un encuentro vía online durante dos largas e intensas horas, con dos personas más, habiendo incursionado en unos aspectos muy profundos acerca de “el arte de meterse con uno mismo” como me gusta llamarlo a mí desfachatadamente.

Lo cierto que fue de tanta intensidad que al finalizar, sintiéndome plena y feliz, mi cabeza parecía demasiado llena de palabras, ideas, sospechas, dudas, inquietudes, ruidos interminables… demasiada comida para poder deglutir, procesar, asimilar, ella misma pedía un respiro. Fue entonces que cerré la máquina y me dirigí casi sin meditarlo, espontáneamente, al jardín de la casa. Verde y más verde por todas partes en un octubre desbordante de vida y color, olor y frescura, con picaflores buscando el néctar de las flores que se habían abierto en todos los canteros y macetones muy bien distribuidos en ese amplio jardín, ofreciéndose sin pedir nada a cambio, y un limonero al fondo que desbordaba de limones, muchos de los cuales estaban tan amarillos y maduros que llamaban a hacer limonada y tomarla fresca a la sombra de otros arbolitos.

Caminé por el sendero, absorbiendo un sol muy templado, una leve brisa y el aire muy puro, yendo y viniendo en soledad humana y compañía de tanta naturaleza viva, tratando de descansar mi mente y aliviar esa tensión acumulada, de deshacer esa madeja de ideas amontonadas, apretujadas, plegada, arrinconadas… luchando por imponerse unas a otras para tomar el primer lugar, sin que ninguna cediera en su intento, ser la primera a cualquier costo, consumiendo energía y dejando a mi cuerpo extenuado.

Mientras caminaba con la atención puesta solo en ese presente inédito mirando y admirando ese bendito jardín, ralentizando mi respiración, abriendo mis oídos al silencio de la naturaleza, llenando mi retina de esos verdes brillantes, rojos, celestes y amarillos entre otros colores de exquisitas flores, de pronto divisé una flor en un cantero, por el que había pasado cientos de veces sin verla. Era una rosa verde suculenta, planta bastante común, ya que toda ella está formada solo por cabos y flores verdes, verdaderas mandalas creciendo y reproduciéndose en círculos concéntricos manteniendo su esencia, pero que solo alcanzan algo más de 12 centímetros de diámetro, o sea un tamaño regular. Como es una planta tan prolifera es también popular y está presente en casi todos los jardines,

 

De pronto sentí que una de ellas me llamaba, cuando la vi, quede atónita, era la rosa verde más grande que había visto en mi vida y no sería exagerado decir medía 40 centímetros de diámetro o quizá más... La vi, estaba ahí con otras en el cantero, siempre había estado allí, pero yo no la había visto.

Sacó a relucir su belleza y llevó mis ojos a ella, cautivante en su simplicidad de un ser sencillo, humilde, desbordando callada hermosura. Me vi impelida a eternizar ese instante para guardar su imagen y poder rememorarla si fuera necesario.

Intento desafortunado de querer estirar la magia de ese eterno instante, pequeño milagro, cuando ya se había cumplido el sentido de salir del infernal bochinche mental, porque como por arte de magia, el mismo se desvaneció en el aire casi de inmediato y mi cabeza quedó limpia, liviana, fresca, llena del silencio y la paz que me rodeaba.

Aun hoy, varios días después perdura en mí, el recuerdo de ese encuentro y me lleva, casi sin proponérmelo, a un estado anímico de calma y tranquilidad…

El pequeño gran milagro había sucedido en ese día cualquiera…un jueves de octubre.

 

ADRIANA BRESCIA - 2022

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