Otoño en mi tierra
Se va el verde turquesa,
aparece el rojo ocre
y el amarillo dorado.
Se despoja de sus ropas
el árbol que está a mi lado.
Y yo siento que se pierde
la vida que con amor y destreza
trajo el estío esforzado.
Tanto calor ya no queda
para el bochorno siestero.
La fiesta es ahora de hojas
que bailan y siguen al viento.
“No se vayan”, yo les grito
porque quiero que se queden.
“No se vayan, no desnuden
a los árboles mendocinos”
Pero mis gritos no alcanzan
a cortarles el camino
La obediencia es la regla,
de esta natura viajera.
Hoy serán hojas doradas,
mañana ramas resecas,
y más tarde volverán
los brotes que mi alma anhela.
Este otoño mendocino será bello
y estimado por poetas y
cantores.
Para mí, el fin del ciclo del
verano exuberante
es penoso, entristece, como un
cielo arrebolado
con ventosos remolinos de hojas
secas y ya errantes.
Veo en los cambios la muerte:
brutal y cruel.
Tristeza que cae,
ya vencida,
ya sin vida.
Clara Molina – Marzo 2022
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