Ensayo
Pedacitos de
amor, por nuestro planeta.
Como una habitante más, de los casi ocho mil millones, de
este bello planeta que es nuestra única casa, me quitan el sueño las noticias
del progresivo aumento del daño que le estamos haciendo.
Esto me hace plantearme a diario, la responsabilidad que
tengo en ello y cómo puedo contribuir a reducir ese deterioro, esa
contaminación para mejorar esta dolorosa realidad.
Soy afortunada, en cierto modo, de haber crecido en un hogar
de padres inmigrantes, que por haber sufrido la destrucción de la segunda
guerra mundial y las hambrunas y falta de cosas esenciales para la
sobrevivencia, me enseñaron a vivir con austeridad. Se cuidaba todo, lo propio
y lo ajeno. No había derroches. Se reciclaba todo lo que se podía.
Mi madre transformaba un pantalón que mi padre ya no usaba
en un jardinerito para mi hermano. Daba vuelta los cuellos raídos de las
camisas para alargar su vida.
En mi casa no se tiraba ni una miga de pan. Todos los
alimentos se transformaban en una nueva receta.
Aprendimos, mis hermanos y yo, a restaurar todo lo que fuera
posible. No se compraba nada nuevo, salvo que fuera imprescindible.
Por haber tenido esa escuela, cuido la energía eléctrica y
el agua estrictamente. Me pliego a los consejos o sugerencias que ayuden a
ello. Por ejemplo, el agua que uso para lavar frutas y verduras y la que queda
de la cocción, la uso para regar las plantas. La que queda de otros lavados la
uso para el inodoro.
Para tomar una ducha, que debería ser lo más corta posible,
es buena idea mojarse, enjabonarse con el grifo cerrado y luego enjuagarse.
Aunque en el invierno es más complicado si no hay calefacción.
Me entusiasmé con la propuesta de la municipalidad de Godoy
Cruz y “las botellas del amor”. Se trata de botellas grandes de gaseosas que se
rellenan con los envoltorios de plástico de todo tipo de cosa. Lo mismo que las
tapitas, son utilizados para fabricar elementos y reemplazar a la madera.
Es necesario insistir mediante la difusión y la educación la
importancia de cuidar el medio ambiente, el medirse con el uso del agua,
especialmente en Mendoza que se está observando la constante reducción de los
caudales de los ríos y la disminución en los diques. Y la situación de los
glaciares es preocupante.
Se debería proteger los árboles con los cuidados de especialistas.
Conocer más la flora autóctona y elegirla para jardines decorativos y plazas,
puesto que se adaptan mejor y necesitan menos agua.
Los envases y envoltorios deberían de ser ecológicos o al
menos reciclables.
Incentivar la restauración de muebles y artefactos, que
podría ser enseñado en las escuelas. Restaurar la ropa y compartir lo que ya no
se usa. Practicar el trueque. Intercambiar.
Desarrollar nuevos hábitos en el uso, en general, para
proteger la tierra que nos cobija.
Aunque algunos actos parezcan pequeños todos suman. Son
“pedacitos de amor”
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