martes, 31 de enero de 2023

 

Una vez…

Hace muchos, muchos años, mi hija mayor, Elisa, era chiquita, muy distraída ella, muy distraída yo.

Se enganchaba con cualquier grupo de niños que estuviera jugando cerca y se quedaba allí como si ella también fuera parte del grupo.

Estábamos en el Mercado Central de Mendoza. Ese día lo recuerdo como un lugar inmenso. Así se me representa: inmenso y lleno de gente.

Yo estaba comprando algo, de pronto me acuerdo de mi hija y no estaba allí.

Empecé mentalmente a buscarla y recorrer el lugar con los ojos. No la veía. El pánico se iba apoderando de mí. El corazón galopaba en mi pecho como caballos salvajes. Empezaron a latir mis sienes. No hay terror más fuerte, ni miedo, ni pánico más horrendo que creer que perdiste a tu hija.

Con un esfuerzo tremendo empecé a caminar. Visualizo el lugar perfectamente, como si fuera hoy. El camino se me hizo tan largo que me faltaba el aire.

Ya lloraba, ya oraba, balbuceaba su nombre. Por un momento fue  como si la mente quedara inmóvil sobre un punto fijo, no razonaba, no pensaba; la tierra, el mundo se detuvo.

Caminé por un túnel oscuro hacia la otra punta del mercado, y allí estaba con la boca entreabierta siguiendo unas niñas que tenían globos de colores.

¿Qué se hace ahí? No recuerdo. Encontrarla fue otro tiempo, otra vida, otra yo, otra ella.

Silencio, sin palabras, ni sonidos, ni rumores, tomé su manita en mi mano.

Hijita querida, así quedaste siempre. Aún sostengo tu mano. No te vayas. No me olvides.

No te distraigas .No me distraigo.

 

Clara Molina - 2022

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