martes, 2 de mayo de 2023

 

Fábula

 

 El nogal, la ardilla y los pichoncitos

En medio de un prado estaba un solitario nogal que había recibido en sus rugosos brazos de anciano a unos tiernos pichoncitos.

El pequeño y acogedor nido que los abrigaba había sido cuidadosamente construido por una pareja de golondrinas que sí hacían un verano.

A cada rato eran alimentados, con gran dedicación, por su mamá que les conseguía insectos, larvas y otras exquisiteces que encontraba en las grietas de la corteza del huésped.

Una ardilla curiosa, que lo visitaba frecuentemente se había trepado sigilosamente en busca de alguna nuez, que hubiese quedado olvidada después de la recolección.

Como no encontró nada, intrigada por la presencia del nido, escondida detrás de unas hojas se dedicó a espiar.

Estaba asombrada al ver las plumitas, trocitos aterciopelados, que tapizaban el nido. Se lo imaginaba como una suave y cálida caricia. Moría de ganas de acurrucarse en él, para escapar del gélido rocío de la madrugada.

El nogal, que era muy generoso, se apiadó. Le ofreció un aceptable hueco que tenía en su tronco.

-Ven amiga. No pases frío- le dijo con su gruesa y leñosa voz.

La ardilla entró, dio una vueltita de reconocimiento y se acomodó, tratando de dormirse. Pero no podía sacarse de la cabeza ese nido. –Que placentero debe ser dormir allí, calentita- suspiró sin resignarse.

Salió de su refugio, sigilosamente se acercó a los pichones, que en ese momento estaban solitos y les preguntó- ¿No me harían un lugarcito?- Sin esperar la respuesta pegó un salto, entró al nido y casi lo hace caer de la rama, prácticamente aplastando a las avecillas al ubicarse.

El nogal, al ver esto, enfureció– ¡Eres una desagradecida!¡Tu comportamiento es desleal! A continuación sacudió la rama con fuerza para hacer caer al roedor pero sosteniendo fuertemente a sus tiernos huéspedes.

Ellos le expresaron con sus acordes de violín lo agradecidos que estaban por la protección que les había brindado. Ahora se sentían a salvo.

Mientras tanto la ardilla se alejaba cojeando por la caída. Y se iba diciendo a sí misma, muy compungida-¡Eso me pasa por envidiosa e ingrata!-

 

                                                                     Nela - 2023




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