Las
imágenes hablan
La
foto
Cuando era niña miraba esta foto con mucha
curiosidad, tía Clara y su esposo, cuyo nombre aun es un misterio en mi
familia, y mi querido primo Ángel, que
es unos años mayor que yo. Se Escuchaba
que decían entre cuchicheos que esta fue
la única foto que tenían de él.
Tía Clara era una mujer elegante y muy prolija en toda su persona.
Estaba siempre sola y con el único que hablaba era con Ángel, su hijo. Pasaban
horas encerrados en su cuarto hablando en tono muy bajito, a veces se oia la
risa de Ángel, y otras, se escuchaban sollozos ahogados de ella.
Las pocas veces que salía de la habitación
agachaba la cabeza como avergonzada, iba a la cocina o al baño y luego volvía
al lugar donde trascurrían casi todas las horas de su vida.
Ángel, sin embargo, era bastante
conversador y tenía una imaginación tan maravillosa, que me quedaba tardes
enteras escuchando extasiada las asombrosas historias que me contaba. Mi abuela
susurraba a regañadientes, cuando lo pescaba contando fantasías: - Es lo que tienes de tu padre, que nunca puso
los pies en el suelo…- Y ese era el
momento en que Ángel corría a refugiarse en los brazos de su madre.
Yo no entendía, me parecían tan lindas sus
historias…
Un
día vino de visita un pariente lejano; y luego de una opípara cena con risas y
anécdotas, los niños de la casa nos retiramos a dormir. Yo, que era muy curiosa, me levanté en puntitas de pie y
me acomodé en una ventanita pequeña que comunicaba a un largo pasillo, que
llevaba al patio, con el comedor. Allí me quedé escuchando y percibí que algo
tenía que ver con la misteriosa historia del tío sin nombre. Eran cosas incomprensibles, para mí, frases como
–“Ustedes ya sabían en que terminaría
esto, qué podíamos esperar de él”- “Dicen
que está en España, eso dicen pero vaya Dios a saber, cuál será su paradero”-
o-“¡Ella lo sigue llorando y el
sinvergüenza no apareció más!”- Pasaron los años de este extraño episodio,
y por algo que se le escapó a mi abuela entendí que el que vino era un amigo
del tío de la foto. También me
enteré que cuando se tomaron esa foto
fue la única vez que él había estado con su hijo, y que se la dejó de regalo.
Tía Clara estaba cada día más delgada y
pasaba mucho tiempo en su cama. Mi primo, la acompañaba y yo también. Era la única de toda la familia que
entraba a su habitación. Ángel nos deleitaba tarde tras tarde, con sus
historias. Con el paso de los días mi tía comenzó a comunicarse más conmigo,
mientras crecía nuestra relación, su salud y vitalidad se iban agotando.
Ella también contaba historias muy bonitas
pero siempre muy tristes, me contó también que
habría querido ser aviadora, o
exploradora, y cuando más entusiasmada estaba contándome, se quedaba
callada, pensativa y alguna lágrima caía tímidamente por su mejilla cada vez
mas pálida.
Una tarde perfumada de primavera tía Clara
tenía la mirada más triste que de costumbre, suspiraba mucho y se quedaba
mirándonos sin decir nada, hasta que en un momento determinado hizo un gesto
con su mano blanca y suave, me acerqué y
como no podía entender lo que balbuceaba, puse mi oído cerquita de ella y me dijo: -“Jorge, se llama Jorge”- Soltó un gran suspiro y se quedó profundamente
dormida. Se durmió y no despertó.
Mi primo Ángel no contó más historias y se
volvió callado y ausente. Crecimos y cuando fuimos adolescentes mi querido Ángel se fue y no lo encontraron
más. Dicen que se fue a España a buscar a su padre…pero vaya a saber Dios cuál
será su paradero.
Aun lo extraño y hoy comprendo que mi tía
Clara se murió de amor.
Stella M. Olivera - 2014
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