viernes, 1 de septiembre de 2023

 

Las imágenes hablan

 

                                                                              La foto

Cuando era niña miraba esta foto con mucha curiosidad, tía Clara y su esposo, cuyo nombre aun es un misterio en mi familia, y mi querido primo Ángel,  que es unos años mayor que yo.  Se Escuchaba que decían  entre cuchicheos que esta fue la única foto que  tenían de él.

Tía Clara era una mujer  elegante y muy prolija en toda su persona. Estaba siempre sola y con el único que hablaba era con Ángel, su hijo. Pasaban horas encerrados en su cuarto hablando en tono muy bajito, a veces se oia la risa de Ángel, y otras, se escuchaban sollozos ahogados de ella.

Las pocas veces que salía de la habitación agachaba la cabeza como avergonzada, iba a la cocina o al baño y luego volvía al lugar donde trascurrían casi todas las horas de su vida.

Ángel, sin embargo, era bastante conversador y tenía una imaginación tan maravillosa, que me quedaba tardes enteras escuchando extasiada las asombrosas historias que me contaba. Mi abuela susurraba a regañadientes, cuando lo pescaba contando fantasías: - Es lo que tienes de tu padre, que nunca puso los pies en el suelo…- Y ese  era el momento en que Ángel corría a refugiarse en los brazos de su madre.

Yo no entendía, me parecían tan lindas sus historias…

 Un día vino de visita un pariente lejano; y luego de una opípara cena con risas y anécdotas, los niños de la casa nos retiramos a dormir. Yo, que era  muy curiosa, me levanté en puntitas de pie y me acomodé en una ventanita pequeña que comunicaba a un largo pasillo, que llevaba al patio, con el comedor. Allí me quedé escuchando y percibí que algo tenía que ver con la misteriosa historia del tío sin nombre. Eran  cosas incomprensibles, para mí, frases como –“Ustedes ya sabían en que terminaría esto, qué podíamos esperar de él”-Dicen que está en España, eso dicen pero vaya Dios a saber, cuál será su paradero”- o-“¡Ella lo sigue llorando y el sinvergüenza no apareció más!”- Pasaron los años de este extraño episodio, y por algo que se le escapó a mi abuela entendí que el que vino era un amigo del tío de la foto. También me enteré  que cuando se tomaron esa foto fue la única vez que él había estado con su hijo, y que se la dejó de regalo.

Tía Clara estaba cada día más delgada y pasaba mucho tiempo en su cama. Mi primo, la acompañaba y yo  también. Era la única de toda la familia que entraba a su habitación. Ángel nos deleitaba tarde tras tarde, con sus historias. Con el paso de los días mi tía comenzó a comunicarse más conmigo, mientras crecía nuestra relación, su salud y vitalidad se iban agotando.

Ella también contaba historias muy bonitas pero siempre muy tristes, me contó también que  habría querido ser aviadora, o  exploradora, y cuando más entusiasmada estaba contándome, se quedaba callada, pensativa y alguna lágrima caía tímidamente por su mejilla cada vez mas pálida.

Una tarde perfumada de primavera tía Clara tenía la mirada más triste que de costumbre, suspiraba mucho y se quedaba mirándonos sin decir nada, hasta que en un momento determinado hizo un gesto con su mano blanca y suave, me  acerqué y como no podía entender lo que balbuceaba,  puse mi oído cerquita de ella y me dijo: -“Jorge, se llama Jorge”-  Soltó un gran suspiro y se quedó profundamente dormida. Se durmió y no despertó.

Mi primo Ángel no contó más historias y se volvió callado y ausente. Crecimos y cuando fuimos adolescentes  mi querido Ángel se fue y no lo encontraron más. Dicen que se fue a España a buscar a su padre…pero vaya a saber Dios cuál será su paradero.

Aun lo extraño y hoy comprendo que mi tía Clara se murió de amor.

 

                                                   Stella M. Olivera - 2014

 

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