Anoche soñé
que…
Estaba caminando por una playa solitaria, un día gris de
otoño que acumulaba oscuras nubes en el cielo.
Sentía mucho frío, el aire estaba helado y no llevaba ningún
abrigo. Me dirigí hacia una extraña casilla abandonada y me refugié allí para
protegerme del viento.
Pasaron unas gaviotas volando muy bajo, casi rozando el
techo de la casilla, luego se posaron sobre la arena buscando algún alimento
mientras graznaban ruidosamente.
Me quedé mirándolas, observando con curiosidad su comportamiento
después de tirarles unas migajas.
Salí de la casilla porque ya no sentía frío. Me senté en la
arena , cerca de la orilla y me quedé un largo rato con la mirada perdida en la
línea del horizonte donde el cielo y la tierra se juntan. El sonido de las olas
aquietaba mi mente.
De pronto percibí un sonido lejano, una extraña melodía
apenas perceptible, No podía distinguir si era una especie de gemido de algún
animal o de una voz humana. Parecía de otro mundo.
El volumen se fue acrecentando y me dio un poco de
impresión, por no de decir miedo.
Me puse de pie para ver de dónde venía. Primero vi una
cabeza. A lo lejos, asomando del agua que se fue acercando hasta que pude ver
una figura que se dirigió a una roca.
Pensé que era una persona que estaba luchando para no
ahogarse, pero en realidad estaba jugando con las olas. Luego saltó sobre la
roca y se acomodó para sentarse.
Se me heló el corazón al notar que era una sirena que no se
veía, exactamente, como la muestran en los cuentos, más bien parecía atemorizante.
Su cuerpo estaba completamente cubierto de escamas plateadas
oscuras como si hubieran estado cubiertas de musgos. Sus largos brazos se
parecían más a las aletas de los peces. Tenía una enorme cabeza pero un rostro
pequeño cuyos rasgos no podía distinguir. Su abundante cabellera de algas le
caía hasta casi la cola. Su aspecto era intimidante.
Se lanzaba, cada tanto, al agua y luego volvía a brincar
sobre la roca, como si estuviera jugando, vaya a saber con quién.
De pronto comenzó a mover sus aletas haciéndome ciertas
señas. Comprendí que con sus gestos me invitaba a entrar al mar y nadar hacia
ella. Mientras escuchaba esa misteriosa melodía, apenas audible, que salía de
su tenebrosa garganta, me quité mis zapatillas y caminé sin pensarlo hacia el
agua, como una autómata, a pesar del miedo que me embargaba.
Cuando sentí el agua helada mojando mis pies desperté de mi
pesadilla.
Quedé un rato sentada, al borde de la cama, algo atontada,
con la imagen todavía muy nítida de esa mítica sirena.
Todavía me pregunto ¿Qué me habrá querido decir ese sueño?
Nela – 2023
Consigna: Sugerido
por una fotografía de la exposición 30/35 de Pablo Ruiz.
https://afogra.com/exposicion-303-35/
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