lunes, 13 de noviembre de 2023

 

Anoche soñé que…

 

Estaba caminando por una playa solitaria, un día gris de otoño que acumulaba oscuras nubes en el cielo.

Sentía mucho frío, el aire estaba helado y no llevaba ningún abrigo. Me dirigí hacia una extraña casilla abandonada y me refugié allí para protegerme del viento.

Pasaron unas gaviotas volando muy bajo, casi rozando el techo de la casilla, luego se posaron sobre la arena buscando algún alimento mientras graznaban ruidosamente.

Me quedé mirándolas, observando con curiosidad su comportamiento después de tirarles unas migajas.

Salí de la casilla porque ya no sentía frío. Me senté en la arena , cerca de la orilla y me quedé un largo rato con la mirada perdida en la línea del horizonte donde el cielo y la tierra se juntan. El sonido de las olas aquietaba mi mente.

De pronto percibí un sonido lejano, una extraña melodía apenas perceptible, No podía distinguir si era una especie de gemido de algún animal o de una voz humana. Parecía de otro mundo.

El volumen se fue acrecentando y me dio un poco de impresión, por no de decir miedo.

Me puse de pie para ver de dónde venía. Primero vi una cabeza. A lo lejos, asomando del agua que se fue acercando hasta que pude ver una figura que se dirigió a una roca.

Pensé que era una persona que estaba luchando para no ahogarse, pero en realidad estaba jugando con las olas. Luego saltó sobre la roca y se acomodó para sentarse.

Se me heló el corazón al notar que era una sirena que no se veía, exactamente, como la muestran en los cuentos, más bien parecía atemorizante.

Su cuerpo estaba completamente cubierto de escamas plateadas oscuras como si hubieran estado cubiertas de musgos. Sus largos brazos se parecían más a las aletas de los peces. Tenía una enorme cabeza pero un rostro pequeño cuyos rasgos no podía distinguir. Su abundante cabellera de algas le caía hasta casi la cola. Su aspecto era intimidante.

Se lanzaba, cada tanto, al agua y luego volvía a brincar sobre la roca, como si estuviera jugando, vaya a saber con quién.

De pronto comenzó a mover sus aletas haciéndome ciertas señas. Comprendí que con sus gestos me invitaba a entrar al mar y nadar hacia ella. Mientras escuchaba esa misteriosa melodía, apenas audible, que salía de su tenebrosa garganta, me quité mis zapatillas y caminé sin pensarlo hacia el agua, como una autómata, a pesar del miedo que me embargaba.

Cuando sentí el agua helada mojando mis pies desperté de mi pesadilla.

Quedé un rato sentada, al borde de la cama, algo atontada, con la imagen todavía muy nítida de esa mítica sirena.

Todavía me pregunto ¿Qué me habrá querido decir ese sueño?

 

Nela – 2023

 

Consigna: Sugerido por una fotografía de la exposición 30/35 de Pablo Ruiz. https://afogra.com/exposicion-303-35/

 

 

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