jueves, 30 de noviembre de 2023

 


                                            Crisol de razas

No sé, quizás hayan nacido, al menos uno de ellos, a fines del siglo 19, porque yo los conocí cuando eran mayores.

Según escuché alguna vez en la familia, se trataba de una historia que nadie quería juzgar y que todos aceptaban como muy natural.

Cuando Francisca tenía 16 años, en una fiesta del pequeño pueblo en que vivía, vio por primera vez a Mohamed. Y él la vio a ella, y la invitó a bailar.

La noche prolongaba la fiesta, y los músicos no detenían sus manos ejecutando sus instrumentos. Apenas una pieza concluía comenzaban con otra, o con la misma, pues al paisanaje no le interesaba tanto la música sino la diversión.

Así que esta pareja disfrutó largamente y al final, él le prometió que iría al día siguiente a pedirle a don José el permiso para frecuentar su casa y para verla. Ella estaba rebosante de felicidad, no así sus hermanos y hermanas.

Al día siguiente y tal como prometiera, el joven se presentó en casa de don José López y Alcázar, inmigrante español que se radicara en estas tierras con toda su familia, huyendo de la guerra y el hambre, aunque sin renunciar a su patria ni sus costumbres.

Ante el educado pedido del joven Mohamed las mejillas del padre de familia se tiñeron de rojo, y conteniéndose para no demostrar ira negó rotundamente toda posibilidad de cualquier relación entre algún miembro de su familia y la del visitante, que eran libaneses.

Mohamed escuchó impasible el corto discurso de don José, y contestó: “Como usted diga, señor, buenas tardes.” Y girando sobre sus talones se marchó.

Pasaron seis años en los que Francisca recibió muchas invitaciones a fiestas, y a las que asistía con alegría, divirtiéndose mucho, y en las que encontró muchos pretendientes pero ninguno de su agrado, según parecía.

Y llegó el día del cumpleaños de Francisca, ella festejaba feliz con su familia, un cumpleaños especial pues ese día cumplía su mayoría de edad.

Y también llegó un invitado muy especial: Mohamed, llevando en brazos un enorme ramo de rosas, y una gran sonrisa en su varonil rostro moreno. “Feliz cumpleaños, querida Francisca. Y señor José, usted y toda su familia, como toda mi familia, estarán invitados a nuestra boda, ya les diremos el día, cuando el Registro Civil nos dé fecha.

Como dije, los conocí cuando nací, a mediados del siglo 20. Tenían un hijo y dos hijas, y eran muy felices mis tíos abuelos, hasta el final de sus días.

Y en una tumba, en el cementerio de la ciudad, hay una lápida con dos fotos, una de una mujer rubia, llamada Francisca, y a su lado una cruz; y otra de un hombre moreno, llamado Mohamed, junto a una medialuna y una estrella, y debajo de ambos recordatorios una frase, “Felices para siempre”.

 

                                               Iris Nely - 2022

No hay comentarios:

Publicar un comentario

  Reflexión     Los seres que aman derriban barreras, acercan, escalan montañas. Los seres que odian separan, levantan murallas, no ...