jueves, 25 de abril de 2024

 

Entrevista

 

                                                               ¡De no creer!

 

Dialogo con Andrés Palero.

 

                                                               “Soy un ignorante”

Es un modesto sepulturero, llegó sólo a segundo grado, escasamente puede leer y escribir, y admite ser una persona feliz.

 

¿Cómo es sentirse dueño de un tesoro?

 

No soy dueño, alguien lo enterró, tal vez su verdadero dueño, hace bastante más de cien años, yo solo lo descubrí. Quien lo haya enterrado habrá tenido sus razones.  

 

¿Qué contiene el tesoro?

 

Tiene muchas cosas: collares, pulseras, brazaletes, aros, monedas de oro y de plata, estatuillas y cosas como esas.

 

¿Cómo lo encontró?

 

Estaba abriendo viejas sepulturas en el espacio del cementerio que se va a remodelar, son tumbas que ya no tienen dueño, pertenecieron a familias que ya han desaparecido hasta el último de sus descendientes, y en una de esas tumbas que no conservaba ni placa ni nada que la identificara, debajo de un ataúd casi deshecho había dos urnas, una tenía adentro un baúl con el tesoro.

 

¿Hace mucho tiempo de ese hallazgo?

 

Sí, algunos años. Al principio no dije nada porque pensé que me habían jugado una broma y me iban a cargar, pero nadie parecía saber nada del asunto, lo que me dio tiempo para pensar. No sabía el valor que podía tener, pues soy muy ignorante ¿sabe?, llegué a segundo grado y ni siquiera lo terminé porque no tenía zapatillas para ir a la escuela, y en aquellos tiempos no se le daba tanta importancia al estudio, así que no me mandaron más, por lo que apenas sé leer y escribir.

 

¿Y qué pensaba respecto al tesoro?

 

¿Qué podía pensar? ¡Todo! Pero mire, si buscaba a alguien que me dijera cuánto valía todo aquello, seguro que pretendería una parte, o me decía que no valía nada y me dejaba peor que antes, y encima me hubiera sentido muy mal por el engaño y por no haber sabido defenderme.

 

¿Alguna vez se vio tentado a sacar alguna joya?

 

¡Uf, tantas veces! Cuando mi hija cumplió 15 años elegí un collar de unos 3 centímetros de ancho, más o menos, que tiene incrustadas unas piedras grandes como diamantes, pero luego supuse que todos pensarían que era una baratija, además, si había algún entendido entre los invitados, seguro sería alguno de los “chorros” del barrio, así que llegué a la conclusión que era mejor no hacerle ese regarlo y volví a guardarlo.

 

¿Por qué decidió enterrarlo nuevamente?

 

Cuando veía cómo vivían los ricos me daban ganas de sacarlo a la luz, pero cuando los veía después de muertos, esas ganas se me iban. ¿Ha visto que los entierros mejor acompañados son los de los pobres? A ellos los lloran sinceramente; pero a los entierros de los ricos van muchos autos y pocos dolientes. La mayoría va por interés, pensando solo en la parte que le va a tocar de la herencia.

 

Interesante. ¿Y qué piensa al respecto?

 

Y mirando mi vida, me dí cuenta de que siempre he sido feliz con lo poco que tengo, con el amor de mi familia y los amigos de verdad, así que decidí no cambiar eso y lo enterré otra vez. Quizás en 200 ó 300 años más, alguien como yo vuelva a desenterrarlo.

 

                                                               Asunción Ibáñez - 2003



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