martes, 12 de noviembre de 2024

 

 

Novela

                                             La casona

Era una casa de estilo antiguo, de paredes color crema con líneas bordó simulando ladrillos, y de grandes ventanales. Se veía imponente desde la plazoleta en la que jugaba todos los días con la chiquillada del barrio. Todas las casas alrededor eran normales, todos sus moradores se conocían y algunas albergaban tiendas: la librería, la heladería, el almacén de Doña Guadalupe, la ferretería del “Chino” y las revisterías que se apoyaban en la pared colindante a la misteriosa casona.

Nos causaba mucha curiosidad, porque cuando acabábamos de jugar, ya al atardecer, no se prendían las luces como en las demás. Esta particularidad daba paso a que especuláramos sobre si estaba abandonada, o si habría temibles fantasmas. Pasábamos por ahí diariamente y no podíamos evitar el mirarla de reojo e inconscientemente apurar el paso.

Un día, mientras estábamos leyendo nuestras revistas favoritas, escuchamos el crujir de la reja y vimos salir a una mujer y un hombre. Eran mayores, iban muy bien vestidos y del brazo. La elegante pareja tomó un taxi y pasó por nuestro lado sin advertirnos siquiera. Nos miramos y, al menos una de nuestras dudas, estaba resuelta. En la curiosa casa, sí vivía alguien.

Nos propusimos averiguar, con nuestros padres, más sobre esos personajes que habitaban la famosa casa de la esquina del parque.

En la próxima reunión vespertina, cada compañero informó lo que sabía: eran unos ricachones, no se juntaban mucho con los vecinos, eran de origen turco y tenían una tienda de adornos y vajillas en una calle muy importante de la ciudad, la Calle Comercio; la tienda se llamaba “El Gran Poder”; tenían tres hijos: Vicente, Humberto y José; Vicente era médico, Humberto era amigo de mi tío Roberto y José era el menor que vivía con sus padres.

Habíamos acumulado bastante información. Por mi parte, mamá me contó que eran muy simpáticos y que si no los veíamos era porque nuestro horario infantil, de colegio y de juegos, no coincidía con sus actividades de familia comerciante y de gente mayor. Le conté de nuestras fantasías acerca de su amedrentadora y fantasmagórica mansión. Largó una cantarina carcajada y me dijo que esa Navidad que se acercaba, nos habían invitado a tomar un chocolate junto a mis tíos y primos.

Claramente mi historia fue la más cercana y resolvió todas nuestros interrogantes. Todos quedamos impacientes a que llegara el día de la invitación y que les contara cómo era todo por dentro.

Cinco días antes de las fiestas de ese año, en el día señalado, mi familia y yo nos alistamos para ir de visita a lo de “los Zogbi”. Me sentía nerviosa y expectante. Todo lo imaginado se convertiría en algo real 

Atravesé la reja verde de la mano de mi madre. Nos recibió una señora mayor de pollera, nos condujo a la entrada principal. La puerta entreabierta me permitía ver la sala de recepción.

Entramos y me sobrecogió la altura de los techos, la gran lámpara de gotas de vidrio y con muchos focos, un espejo enorme biselado y con un labrado marco de madera. El espejo devolvió mi imagen y me sentí muy pequeña en ese espacio tan grande.

Tal vez no me impresionó tanto como debía. La había imaginado tantas veces, oscura, intimidante, que esperaba algo más tétrico, de cuento de terror.

Apareció Doña María, la señora elegante, con una dulce sonrisa y nos invitó a pasar, luego nos ofreció dar un paseo para conocer su hogar…

 

Elisa Alzerreca – Nº 9

 

 

 

                                Amor libre.

                Mendigué amor sin saber que lo tenía a mi alcance,

                Mezquiné amar sin descubrir que prodigándolo podría acrecentarlo,

                Dejé de mendigar y, ¡Oh! ¡Milagro!

                En mi corazón caían las barreras…

                Y mi mente dejó de evaluar cuánto y a quién,

                Sin saber cuándo ni cómo.

                               Alma - 2024

 


lunes, 11 de noviembre de 2024

 

Prosa poética

 

 

“Taller Lápiz creativo”

Un espacio donde la creatividad toma mi lápiz, donde la imaginación se vuelve palabra, donde desde unas bellas directivas exploramos sensaciones, vivencias.

La creatividad explota en nuestro interior y la volcamos en un papel.

Un espacio, un tiempo sólo para mí, sólo para mis sentires, sólo para mis expresiones.

Taller donde las letras toman sentido, se ordenan desde el pensar, el sentir y terminan dibujadas en la hoja como un cuadro pintado con los colores del alma.

Porque si no es del alma que surge la escritura sentida ¿De dónde sale?

La creatividad se despierta en cada trazo para dar forma a ese bonito paisaje tan lleno de colores, de sensaciones, tan lleno de mí.

 

Laura Mondati

17/10/2024



viernes, 8 de noviembre de 2024


Capítulo de novela


“Rhoda plantó ante mí el diario doblado, con la fotografía, apoyándolo en mi pocillo de café de después del almuerzo”.

Había esperado durante toda la comida para expresar su enojo enarbolando el diario frente a mis ojos.

La fotografía mostraba con claridad mi cara junto a la de una muchacha hermosa de pelo largo y lacio que sonreía alegremente mirándome a los ojos. El titular del diario rezaba: “El capitán del barco “Alquimia” no pierde el tiempo” -y continuaba- “en cuanto pisa tierra ya se lo ve muy bien acompañado por una joven mujer, con la que comparte una copa en la confitería de moda de la ciudad”.

¿Cómo explicarle a Rhoda que no conocía a la moza, quién se había sentado para la escena a instancias del fotógrafo de un periódico algo amarillista?

Acababa de llegar de un largo viaje. Estuvimos dos días conversando sobre nuestras vidas. Ese par de días pasó en un abrir y cerrar de ojos. No tuve tiempo de acordarme de la anécdota de la confitería.

Habíamos reído y llorado juntos Yo había pasado mucho tiempo en el mar y habíamos tocado tierras inhóspitas y extravagantes.

Confieso que extrañaba a Rhoda, pero mi alma de marino era más fuerte que el amor y apego hacia ella, nuestra vieja casa con su jardín florido era como un sello al que volvía de tanto en tanto para demostrar que mi corazón seguía latiendo al evocar su presencia. Rhoda era todo mi hogar. No teníamos hijos.

Muchas veces habíamos planeado viajar juntos: “Vamos a ir acá y allá” y señalábamos en un mapa inmenso que yo tenía en mi escritorio el futuro destino al que iríamos. Pero por un motivo u otro, todos los planes quedaban en la nada y entonces, yo partía en busca en busca del sol, la brisa, el rocío resbalando por mi cara, esperando que el destino me llevara a algún sitio inesperado con un tiempo sin tormentas. Amaba el mar.

                                                                        Clara 


jueves, 7 de noviembre de 2024

 






 El día de los muertos

                            


                                                           A mi abuela


                                        La recuerdo con su rostro de expresión amable

                                        enmarcado por las crespas nieves de su cabeza,

                                        y su mirada atenta, hecha de mieles rumanas.

                                        Por las tardes, firme, de la mano me llevaba,

                                        con su cansino paso de años apilados,

                                        a dar largos paseos por la plaza del barrio,

                                        buscando todo ese sol que le estaba faltando

                                        a su piel de antiguos pergaminos delatores.

                                        Le gustaba abrazarme fuerte, largamente,

                                        como temiendo que fuese el último saludo.

                                        En aquél tibio nido de muy delgados brazos,

                                        más de una vez, he buscado urgente cobijo.

                                        Su voz no era suave, raspaba como sus penas,

                                        pero sus palabras eran tan nutricias

                                        que, aún siguen siendo mi mayor tesoro.

                                        Mi abuela, fue mi patria de la infancia,

                                        esa, que forzadamente, tuvo que dejar atrás.

                                        De grandes pérdidas, adioses y sus saberes.

                                        Un compendio fue la herencia que nos legó,

                                        sin despedidas, se fue de viaje , sin regreso.

                                        No imaginó el enorme vacío que dejaría.

                                        Un abismo interminable de sus ausencias,

                                        oscurecieron, por un terco tiempo, mi horizonte.


                                                        Nela Bodoc - 2024



miércoles, 6 de noviembre de 2024

 





                       Abro mi mano, y suelto las historias que atesoraba en mi puño.





martes, 5 de noviembre de 2024

 

                                        


                                Comienza nueva semana

                                Con su promesa de vida

                                Un poco frio el día

                                Y una llovizna acompaña

                                Y aporta entre sus mañas

                                Su clima bien de otoño

                                Disfrutemos en su entorno

                                La belleza de su gris.


                                            Alberto Coronel - 2024



lunes, 4 de noviembre de 2024

 


MEMORIAS DE NOVIEMBRE

 

En mis años de infancia cuando la vida me parecía una aventura extraordinaria, con sueños y realidades mezclados con el duro oficio de ser estudiante, obedeciendo mandatos que me parecían castigos inmerecidos, llegaba por fin el mes de NOVIEMBRE, que traía nuevos aires y reuniones que eran una caricia al cansancio del largo año de estudio y de los fríos que entumecieron mi corazón durante el invierno. Esa estación del año cargada de nostalgias del verano de playa y frutos maduros que me saludaban alegres desde los frondosos árboles fecundos.

El primer día del onceavo mes en nuestro calendario, había reunión de primos, tíos y abuelos, encuentro de abrazos y juegos que tanto ansiábamos. El jardín de la abuela Angelina era un arcoiris deslumbrante, donde las camelias, las hortensias y los claveles nos llamaban: ¡Apúrense que ya es momento de ir a visitar a los seres amados que se nos adelantaron en el viaje sin retorno!

Entonces, llenábamos un gran canasto con esas bellas flores mientras las madres preparaban delicias comestibles y salíamos todos rumbo al cementerio, por esa larga calle de tierra, jugando, saltando y riendo felices a limpiar y adornar las tumbas de nuestros familiares que ya vivían en otra dimensión en el gran universo, desconocido por los que quedábamos acá.

Para nosotros, los infantes era una fiesta ya que era casi la única vez del año que los primos nos reuníamos.

Para mi abuela, que ese día vestía riguroso luto negro era un día de recordación y lágrimas por sus hijos que habían emprendido el vuelo hacia el infinito siendo muy jóvenes.

Los nietos jamás entendimos su tristeza.

 

                                                               Ana María Muñoz - 2024



viernes, 1 de noviembre de 2024

 



                        Primavera.

                        Todo reverdece hoy

                        magia en el jardín.

                        Pimpollos asomando

                        nos traen felicidad.

 

                                                       Ana María Muñoz - 2024




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