jueves, 1 de octubre de 2020

 

MEDITACIÓN *

 

            Sola, recogida en su Templo interior con su amada Madre Divina, abría su corazón:

 

            Amada Madre del Universo, cuando descubro  que las voces de afuera hacen eco en mi corazón sé que en algún lugar las he guardado sin ofrendarlas. Tú las pones en otras bocas para que lleguen a mis sentidos y pueda reconocerlas…

 

            Es cierto que a veces la soledad me abraza con tanta fuerza que no puedo respirar. Y es entonces cuando un torrente de rostros del pasado desfilan por mi memoria sembrando un surco de insatisfacción que tiene como fruto un reproche: “Desagradecidos”

 

            También Tú, amada Madre, pusiste en mi mente una respuesta que me lleva a preguntas descarnadas: ¿Por qué lo hice? ¿Por qué lo hago? ¿Busco reconocimiento? ¿Busco la Santidad?

 

            Y dejándose caer, exclamó en un susurro desgarrador: ¡Madre, ayúdame a despojarme de tanta soberbia!

 

 

 

*Del libro “ENGRACIA, LA NIÑA QUE HABLABA CON DIOS”  pág. 87 – de Asunción Ibáñez - Editorial Equinoxio – 2017 – Con autorización de la autora.

 

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