MEDITACIÓN *
Sola, recogida en su Templo interior con su
amada Madre Divina, abría su corazón:
Amada Madre del
Universo, cuando descubro que las voces
de afuera hacen eco en mi corazón sé que en algún lugar las he guardado sin
ofrendarlas. Tú las pones en otras bocas para que lleguen a mis sentidos y
pueda reconocerlas…
Es cierto que a
veces la soledad me abraza con tanta fuerza que no puedo respirar. Y es
entonces cuando un torrente de rostros del pasado desfilan por mi memoria
sembrando un surco de insatisfacción que tiene como fruto un reproche:
“Desagradecidos”
También
Tú, amada Madre, pusiste en mi mente una respuesta que me lleva a preguntas
descarnadas: ¿Por qué lo hice? ¿Por qué lo hago? ¿Busco reconocimiento? ¿Busco
la Santidad?
Y dejándose caer, exclamó en un susurro
desgarrador: ¡Madre, ayúdame a despojarme
de tanta soberbia!
*Del libro “ENGRACIA, LA NIÑA QUE HABLABA
CON DIOS” pág. 87 – de Asunción Ibáñez -
Editorial Equinoxio – 2017 – Con autorización de la autora.
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