jueves, 28 de enero de 2021

 

LETICIA

 

 

                           Leticia me llamó esta mañana para decirme que no asistiría al curso porque estaba algo resfriada y prefería quedarse y no correr riesgos de enfermarse. Acordamos que yo pasaría por su casa a buscar el trabajo que estábamos haciendo junto a Elvira, preguntó por mi salud y habló poco de sí misma.

 

                           A la hora prometida llamé a su puerta y al abrirse apareció su pequeña y frágil figura que le da apariencia de ser una quinceañera, edad que dejó atrás hace varios años, con su bella sonrisa de siempre que ilumina su rostro de manera especial acentuando el brillo de sus ojos negros. Habló brevemente de su resfrío como restándole importancia y me explicó del apunte que había pasado en limpio muy prolijamente para que no nos equivocáramos.

 

 Nos despedimos, yo como que todo es circunstancial, ella como que todo es eterno. Sentí su abrazo más firme que otras veces y agregó a su saludo un “Muchos saludos a todas” que me sonó exagerado, pero característico de ella.

 

Llegué a la clase y dije distraídamente: “Leticia no viene porque está pachucha”. La profesora me miró con lo que interpreté era un gesto de desagrado y preguntó un “¿Qué?” que me hizo pensar que la palabra “pachucha” podría querer decir algo que yo no sabía, pues la heredé de una tía abuela que siempre la usaba para expresar que no se sentía bien, así que repetí, corrigiendo: “Leticia no viene porque está resfriada”.

 

La clase comenzó tensa y continuó con un clima denso que seguía enrareciéndose más al transcurso de los minutos, hasta que se quebró por lo más débil: Panchi comenzó a respirar con dificultad, le hicieron aire y le dieron agua, hasta que estalló en sollozos, con lo que todas acordaron que era lo mejor, que llorar le haría bien.

 

Ante mi muda confusión alguien explicó: “Es por Leticia”, con lo que cada vez entendía menos y tampoco quería dejar fluir las comprensiones que se esforzaban por aflorar en mi mente, por lo que Elvira tomó mi mano con afectuosa compasión y me dijo: “Leticia tiene leucemia y está en la fase final”.

 

A los efectos de sincerar la situación que la mayoría conocía y solo dos ignorábamos, la profesora tomó la palabra e hizo una breve enumeración de las elecciones de Leticia, dijo que a nosotras nos cabe solamente respetarlas, ya que el punto más difícil de aceptar es el saber que ella ha decidido no recurrir a la medicina tradicional, sino a las llamadas “alternativas”. Nos dijo que no pensáramos que la medicina alopática que algunas compañeras le habían ofrecido casi desesperadamente sería su salvación, que hiciéramos a un lado la idea de que se ha abandonado, pues es una decisión muy íntima de ella.

 

Pidió que apartáramos también nuestros sentimientos autocompasivos y nos convirtiéramos en soporte amistoso en sus horas difíciles. Necesita nuestra asistencia imparcial, sin acercarle médicos ni sacerdotes, dado su ateísmo, lo que nos remite a un trabajo real y consciente de respeto hacia sus ideas y vivencias.


Reflexionando sobre estos sucesos he comprendido lo difícil que es no tratar de imponer ideas, que por ser propias creo que son mejores que las ajenas, lo poco observadora que soy puesto que no he sospechado siquiera el estado de mi amiga, que su alegría siempre presente es un canto a la vida, vivida con la intensidad de cada momento que puede ser el último y ella lo sabe, mientras que imagino que mi vida tiene un final muy lejano.

 

Si no hubiera otra oportunidad, nuestra despedida no será aquella fugaz y aparentemente intrascendente del portal de su casa, sino un adiós largo y meditado, cargado de admiración y de misterio.

 

Si volvemos a vernos nuestro secreto no compartido será un contacto con la eterna rueda de la Vida que contempla un antes y un después, condicionando mis sentimientos y actitudes en este adiós.

 

Nunca sabré si el hecho de habernos conocido se debe a un contacto puntual de dos almas en el espacio-tiempo o una enseñanza cargada de sabiduría que me da la Vida, que me lleva a considerar lo transitorio de todo el Universo.

 

                                                                                  Asunción Ibáñez  - 2013

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