LA SIESTA
Me dispuse a trabajar en el jardín, se acerca la primavera y
los malvones y el jazmín necesitan cuidados. Busqué las herramientas en el
galponcito del fondo y con pesar descubrí que la tijera de podar estaba rota.
¿Y ahora qué hago?
Bueno, calma que todos los problemas tienen solución,
entonces recordé que la bicicleta de Marta estaba en casa, porque cuando vino a
tomar la merienda se le hizo tarde y regresó a la suya en taxi.
La saqué y monté en ella rumbo a una ferretería cercana,
pero como la vida es un cambio continuo, encontré un cartel que decía “CERRADO,
NO RESISTIMOS LA PANDEMIA”
-¡Oh, Dios mío! ¿Dónde está mi luz interior? ¿Qué hago?
Seguí pedaleando en busca de un lugar donde comprar o
reparar mi tijera, mi talón izquierdo empezó a doler muy fuerte debido al
esfuerzo (hace mucho que no andaba en bici)
Fue inútil, regresé a casa cansada y sin solución al
contratiempo, entonces vi al vecino de enfrente cortando el ligustro y me
acerqué. Lo saludé y le comenté lo que me pasaba.
-¡Pero mujer, haberlo dicho antes!- me dijo -Ya termino y te
presto la mía.
-Oh, buenísimo, muchas gracias- le respondí.
Entré a casa, guardé la bicicleta de mi amiga y fui a la
cocina, preparé el mate y unas galletitas con miel, que las laboriosas abejas
hicieron para mi deleite, cuando el vecino trajo su tijera le invité un mate, lo
cual aceptó con agrado. Charlamos y nos reímos un rato. Le dije que vuelva
cuando quiera.
Desperté de la siesta un poco confundida, ¿soñando con el
vecino? ¡Mmmmm! Qué extraña situación ¿Qué me está pasando?
Ana María Muñoz
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