ANYI DE VIAJE
Anyi subió al tren apresuradamente, en su rostro una gran
sonrisa delataba su emoción. Esta pequeña de ocho años inquieta y charlatana,
muy diferente a las personitas de su edad, iniciaba así su primer viaje sin
mamá y hermanos. Solos ella y su padre, que cumplía sus labores como empleado
del ferrocarril, era como viajar sola y eso era realmente excitante para su
alma inquieta y su avidez por descubrirlo todo.
Papá acomodó a su hija en el vagón de primera clase,
aconsejándole que permaneciera en su asiento mientras él realizaba su trabajo,
prometiendo volver cada vez que tuviese un momento libre para estar con ella.
Anyi respiró aliviada. Quería estar sola, se sentía grande
en ese vagón inmenso que poco a poco fue llenándose de pasajeros, observaba
atenta todo lo que ocurría a su alrededor.
Algunas personas la saludaban, sorprendidas de verla allí
sin la compañía de un adulto.
En un momento en que estaba distraída mirando por la
ventanilla a un señor muy elegante que llevaba en brazos a un muñeco igualito a
él y que además llevaba un maletín negro y brillante, unas personas habían
ocupado los asientos frente a ella.
-Buen día niña- saludaron. -Hola, buen día, me llamo Anyi,
mi papá trabaja acá, y enseguida va a venir. ¿Hacia dónde viajan ustedes? Y bla
bla bla, no paraba de hablar, moviendo sus manos, acomodando sus cortos
cabellos y mirando con sus grandes ojos negros y vivaces a sus compañeros de
viaje.
Grande fue su sorpresa cuando el hombre del muñeco se sentó
a su lado, la niña lo miró intrigada y vio que el muñeco lucía el mismo traje y
el mismo sombrero que su portador.
-Buen día gente linda, con el permiso de ustedes ocuparé
este lugar ya que no quedan más asientos en el vagón -Buen día señor, buen día
muñeco, sí claro que pueden sentarse aquí, me llamo Anyi, mi papá vendrá
pronto; pero se quedará solo un momento porque tiene que trabajar, ¿usted cómo
se llama y como se llama este lindo muñequito? Y bla bla bla, Anyi no paraba de
hablar.
De pronto una voz un poco rara dijo: -Me llamo Alfredo y soy
un personaje, no un muñequito-
Silencio. La niña y los otros pasajeros estaban atónitos,
¡un muñeco que responde como si fuese una persona! Se miraron sin comprender
como era posible que esto fuese real.
El tren dio un último silbato y empezó a moverse, la gente
desde el andén saludaba agitando sus manos y diciendo adiós, todos se
acomodaron en sus lugares y así se dispusieron a viajar tranquilos. Menos la
pequeña que estaba ansiosa por saber los secretos de Alfredo.
-Bueno, bueno. A ver Alfredo, ¿te gustaría charlar conmigo,
para conocernos un poco?
El dueño del muñeco sonrió a Anyi con simpatía y le dijo a Alfredo que le responda, éste lo miró medio enojado y dijo a la niña: -Hoy no tengo ganas de conocer a nadie-
El tren avanzaba a gran velocidad, los pasajeros charlaban
alegremente, mientras la niña se aburría sin moverse de su asiento y sin poder
conversar con el malhumorado Alfredo.
-Alfredo, tengo caramelos en mi bolso, ¿quieres uno? Son muy
ricos, a todos mis amigos les gustan -No, no puedo comer caramelos, soy un
personaje-respondió. Anyi rezongó algo entre dientes y dio vuelta su rostro
hacia la ventanilla, por un largo rato miró solo el paisaje, estaba muy
enojada.
-Ese tonto muñeco, qué se habrá creído, es un mal educado,
no volveré a dirigirle la palabra jamás-
El fuerte y largo silbato la sobresaltó, el tren se detuvo y
su compañero de asiento con su muñeco y su maletín descendieron a toda prisa.
La estación era una casona fea y muy descuidada, parecía que era un pueblo
pequeño de casas bajas y dispersas, con calles de tierra y muchos árboles. Anyi
vio cómo se alejaban del andén y de pronto vio a su padre tras ellos llevando
una gran valija.
-¡Papá, papá, acá estoy esperándote, no te vayas!- gritó
desesperada y de un salto salió de su asiento hacia la puerta, el silbato
volvió a sonar anunciando que el tren continuaría su marcha, la niña comenzó a
llorar pensando que su padre se quedaría allí y ella no volvería a verlo, el
tren se
movió y la estación quedó atrás, la pequeña estaba aterrada.
Cuando creía ser una niña abandonada, vio venir desde el
fondo del vagón a su padre sonriente y con una bella flor en la mano. -Mi
querida niña, mira lo que te manda mi amigo Alfredo para desearte buen viaje-
le dijo entregándole la flor -Pero a ver ¿qué pasa, acaso estabas llorando? No
pude venir antes a estar a tu lado; porque había mucho trabajo, ahora estoy
acá, ven, dame un abrazo.
-Papi, ¿es verdad que Alfredo es tu amigo? -Si claro, lo
conozco hace muchos años. Ahora está muy enfermo y eso me da pena, ya no es
alegre y divertido como antes. Ahora tiene roto el corazón.
-Cuando lo vuelvas a ver dale saludos y dile que quiero que
se sane pronto- dijo Anyi con tristeza y remordimiento por haber pensado mal de
él.
Siguieron el viaje y tras un largo rato, el papá se levantó
del asiento y con voz firme y fuerte anunció: -Señores pasajeros, estamos
arribando al final del viaje, no olviden sus pertenencias, tengan todos ustedes
muy buen día. Gracias por elegir viajar en el tren-
Ana María
Muñoz 2021
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