dialogo
Construyendo
Es una noche fría y solitaria de un domingo de agosto.
Matías recorre las calles de la ciudad buscando alimento caliente y a Jimena,
la compañerita de escuela que le ofreció una pieza para descansar.
Matías quedó en la calle tras ser tomado preso su joven
papá y tras dejarlo su madre adolescente. Tuvo que dejar la escuela y las
maquetas que se había armado, pues
quería ser arquitecto.
Continuó su paseo y encontró a un hombre escribiendo
animadamente en la entrada de un café, bien vestido, de edad adulta y
apariencia reflexiva que le llamó la atención y se arrimó a él.
- ¿Qué escribe? – preguntó Matías.
- Hago unas cuentas, debo pagar la renta… ¿qué necesitas?
– preguntó.
- ¿Es así su casa? – Y tras un giro de manitos, Matías
creó la imagen en un papel de una casa muy parecida a del hombre.
- ¡Sí! ¿Cómo hiciste eso? – exclamó Rodolfo, que así se
llamaba.
- No lo sé, sólo quise hacer una de mis maquetas, quiero
ser arquitecto.
- Es una profesión muy difícil…
- Pero lo lograré… si encuentro a Jimena, tendré cobijo y
podré retomar la escuela.
- Siéntate, te pediré una hamburguesa, ¿Cómo te llamas?
Yo soy Rodolfo, soy profesor y también estudié algo de Arquitectura ¿Por qué
estás en la calle a estas horas?
- Es que hace frío y necesito una habitación, Jimena me
ofreció una ¿Quiere que le muestre mis bocetos?
- Será un placer. Toma – Y le extendió su cuaderno.
Matías comenzó a dibujar animadamente.
- A esta ventana le vendría bien una cortina azul, puede
hacer crecer una enredadera a su alrededor, así- y con otro giro de manos,
sorpresivamente, volvió a dibujar algo nuevo.
- ¡Ja ja! Qué bien lo haces. Toma, sírvete la hamburguesa
y cuéntame de Jimena.
- La estoy buscando, ella tiene un merendero. Quiero ir
allí y terminar la escuela. Mis padres no tienen recursos pero yo sí y quiero
ser un buen hombre y trabajar. Esta es la dirección de ella ¿Por dónde debo ir?
- Mmmmh, es a siete cuadras de aquí, te llevaré en un
rato. Es muy bueno estudiar, no dejes de hacerlo.
Matías comió con entusiasmo su cena. Su carita recuperaba
el color y la alegría se iluminaba en su mirada. Siguieron comiendo
animadamente y Macarena, la hija del profesor, interrumpió la charla.
- ¡Hola papá! Qué bien acompañado estás.
- Es Matías, mi dio sugerencias para mejorar la casa y
quiere ir con Jimena, su compañera.
- ¡Qué bien!- contestó observando los bocetos a un
costado - ¡Eres muy bueno! Seguro serás un gran arquitecto.
- Llevemos a este niño al Merendero, es a siete cuadras
de aquí – sugirió Rodolfo, y se encaminaron al vehículo.
Matías comenzaba a abrirse
camino a una nueva vida. Contento y agradecido se despidió de un profesor que,
de ahora en más, lo apoyaría el resto de sus días.
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