Fábula.
La ardilla y el pájaro
carpintero
En un frío bosque de robles en Winnipeg estaban una
ardilla y un pájaro carpintero iniciando una conversación.
-¡Buen día señor
pájaro! ¿Qué está haciendo usted allá arriba?- preguntó el roedor, moviendo
nerviosamente su peluda cola.
-¿No está viendo
señora ardilla, acaso?- contestó malhumorado por la interrupción desde lo
alto del árbol y continuó picoteando el tronco a toda velocidad -Tengo que
terminar este hueco, que va a ser mi hogar, antes de que llegue el invierno -¡Pica, que pica, pica, pica, pica!
La ardilla, que estaba al pié del árbol, observaba
maravillada por la rapidez del golpeteo y la habilidad del carpintero. De vez
en cuando se tenía que sacudir el aserrín que le caía en los ojos.
-¡Qué suerte tiene
usted! Allí adentro va a poder estar muy abrigado a pesar de lo crudo que es el
invierno en este lugar. En cambio yo paso mucho frío aquí abajo, en mi
madriguera- El ave la miró con un poco de lástima, mientras la vecina seguía hablando -¡Cómo me gustaría llevar a mi cría allá arriba, para que esté abrigada
y protegida!
El carpintero seguía haciendo su trabajo, golpeando el
tronco con su pico. Toc, toc, toc, toc, cada vez más rápido, como si algo lo
urgiera.
-¡Usted, señor, que es tan guapo, ¿no podría hacer un
hueco para mí también?- preguntó algo melosa la ardilla, moviendo
seductoramente la peluda cola -Yo podría
serle muy útil y usted se vería beneficiado si aceptara- El pájaro detuvo
el golpeteo y se quedó pensando un rato -¿Y
qué puede hacer usted por mí?- preguntó algo desconfiado.
-Todos en el bosque
saben que soy muy ágil- dijo orgullosamente -Puedo subir y bajar el árbol todo el tiempo. Podría llenar su hueco de
bellotas-
Al pájaro le costaba mucho conseguir alimento. De vez en
cuando conseguía algún insecto, que escaseaban por el clima impiadoso del
lugar. Además, le era difícil recolectar los frutos de los árboles, con su
largo pico. Después de un rato de cavilaciones, llegó a la conclusión de que
podría ser una buena idea. -Está bien,
acepto el trato. Espero que usted sea una señora de palabra y cumpla realmente
con el compromiso
-¡Hurra! ¡Viva,
viva, viva!- Saltaba, enloquecida de alegría y entusiasmo la interesada.
Y el carpintero, apenas terminó su nido, comenzó a
ahuecar el tronco para la futura vivienda de la ardilla. Cuando estuvo todo
listo, ambos se mudaron a sus respectivos nidos.
La ardilla trajo a sus crías y las subió, de a una, poniéndolas
a resguardo -¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias!-
Le repetía incansablemente a su vecino -Aquí
están sus bellotas. Ya nunca más le faltarán.
Desde ese día se
volvieron grandes amigos. Se cuidaban y se protegían mutuamente.
Los otros animales del bosque, que habían sido testigos
de lo sucedido, sintieron algo de envidia de esa eficiente sociedad, y se
dieron cuenta que, cuando se unen las aptitudes de unos y otros el resultado
es, siempre, el mejor.
Nela Bodoc - 2020
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