jueves, 21 de octubre de 2021

 

                                                                    

                                                                Víctor, el duende

 

Acostumbro caminar cada día por el Parque Central de Mendoza. Se acercaba la primavera y aumentaba la actividad, había más niños en los juegos infantiles, grupos de gimnasia con sus profesores, adultos en las instalaciones para ejercicios individuales, paseadores de perros y caminantes y trotadores.

Hoy, 21 de Setiembre comienza la primavera, por eso salí muy temprano, con los primeros rayos del sol,  para encontrar menos gente.

Troté un tramo acompañando mi paso con inspiraciones para llenar mis pulmones del aire fresco. Me sentí algo agitada, hasta un poco mareada, por eso me senté en un banco y traté de serenarme.

Hola –escuché de pronto- ¿No te sientes bien? Sorprendida miré a mi alrededor y no veía a nadie, y la misma vocesita se oyó otra vez -¡Eh! ¡Estoy aquí, al lado del banco, soy un gnomo, el espíritu de los picnics de primavera!

Parpadeé varias veces y logré verlo. Tendría unos veinte centímetros de estatura, vestía un traje verde y un gorro puntiagudo del mismo color.

Soy el que cuida de la vida en este parque, por eso me preocupo si no te sientes bien –dijo.

¿Y cómo lo cuidas? –pregunté.

¡Con mucho esfuerzo! –farfulló- desvío las pelotas para que no dañen las flores o a los niños pequeñitos, apago las colillas de cigarrillos para que nada ni nadie se queme, aviso sin que se den cuenta, a las madres cuando sus niños se acercan al estanque, y cosas como esas.

¡Es un hermoso trabajo! –acoté asombrada.

Sí, pero en el picnic de primavera se junta tanta gente –dijo en tono de queja- que termino extenuado.

¿Cómo te llamás? -le pregunté- ¿Nadie te ayuda?

Me llamo Víctor, soy un duende, y me ayuda Lucesita, un hada y sus empleados, pero vos no podés verlos –me aseguró.

¡Pero a vos te estoy viendo! –dije algo alterada.

¡Claro! Me dejé ver para que no te sintieras tan sola cuando no te sentías bien.

¡Ah! ¡Qué detalle! ¡Gracias! –dije.

¿Ya no tenés mareo? –preguntó muy serio. Asentí con un gesto. Entonces me voy, hoy será un día pesado de trabajo. Adiós, mañana te veo cuando pases trotando –y desapareció de mi vista.

Ahora me pregunto: ¿Eso sucedió realmente o fue a causa del mareo?

 

                                                                              Asumi - 2021

 

 

 

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