EL BÚHO DE
OJOS PARDOS.
Estaba el unicornio blanco,
arrobado
en el jardín florecido,
extasiado con su cuerno dorado,
en el rosal efímero,
rosal del otoño tardío.
Acongojado y pensativo,
absorbía el aire sombrío,
de recuerdos del búho sepultado.
Y en su afán comunicativo,
dijo al jardín amado:
En mis sueños no estructurados,
valoré los silencios estimativos,
del búho de ojos pardos.
Teresa Columna 2020
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