martes, 25 de enero de 2022

 

Descripción

 

 El Palmar

 

Mi pueblo es un pedacito de tierra fértil en un rinconcito de mi país, Bolivia, donde abundan las palmeras y los lapachos de colores, como el rosa, el blanco y el amarillo, creando un paraíso en la tierra, pitando y hermoseando nuestros bosques.

 Su gente es alegre, cuando escucha el sonido de la guitarra, el violín o el bombo se encienden los corazones y saltan las emociones; de repente se arman los bailes y empiezan a nacer las canciones en tonadas de chacarera, de cueca y de gato. Nace un ambiente de felicidad y de momentos únicos, donde reinan las risas y los cuentos de historias pasadas.

 También mi pueblo es conocido como un buen anfitrión. Cuando llega un amigo a nuestras casas, lo primero que se hace es poner la caldera o pava al fuego para sentarse a conversar con el visitante, sacamos nuestros bollos sin hacer faltar el queso fresquito para ofrecerlos como bienvenida, y el mate es un ritual entre amigos y familiares que nos permite disfrutar, escuchar vida y vivencias del que nos visita.

 Cuando estamos muy atentos nos damos cuenta que no solo tenemos las visitas de las personas, también nos visitan hermosas aves como los cardenales que nos tocan las ventanas con su pico, haciéndonos notar que ellos también quieren nuestra atención y nuestro cuidado.

 El mes de agosto es esperado, por los palmareños, porque todos los años se realiza el festival de la tradición chaqueña, es donde el lugareño demuestra sus habilidades en la pialada, la doma de potro, la marcada, la riña de gallos, las carreras de caballo, la toreada entre otras costumbres que son rutina del chaqueño en su vida diaria.

 En las carreras de caballo mi familia tiene historia. Cuentan que cuando vivía mi padre, don Rufino Arenas, quien fue unos de los creadores del festival, tenía su yegua colorada con un lunar blanco en la frente a la que llamaban La Chica.

 Era una yegua majestuosa, de patas largas y musculosas, corría como el viento y no había caballo o yegua que la pudiera alcanzar. Todas fueron victorias y alegrías para ella y su dueño. Dejó de correr porque su dueño partió hacia otro mundo y ella ya no podía acompañarlo en esta nueva aventura. Vivió por muchos años más, ¡Enferma y triste! La gente narra que la yegua lo quiso curar, porque cuando mi padre enfermó, ella también se puso mal al mismo tiempo, parecía que tenía la misma enfermedad, demostrando que los animales también sienten y aman a sus dueños sin pedirles algo a cambio, solo aman porque así lo quieren.

 

Basilia Arenas -2021

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