viernes, 6 de mayo de 2022

 

                        La tía María

Mi tía María era hermana de mi padre, algo mayor que él. Famosa en la familia por tres cosas: por tener siempre huéspedes en su casa, donde todos los sobrinos pequeños íbamos a pasar nuestras vacaciones,  por hacer trampas en los juegos de naipes, y cuando la descubríamos decía –Pues si vais a desconfiar de mí no juego más –arrojando  las cartas sobre la mesa, frustrando la partida y a los demás jugadores;  y por sus navidades.

Ustedes me preguntarán qué quiero decir con eso, pues bien, aquí va: Todos los años, el 25 de Diciembre nos reuníamos en su casa. Claro, ella era muy buena anfitriona, pero las que preparaban las delicias para tantos invitados eran sus hijas.

¿Y por qué? Me preguntarán. Pues porque ella estuvo muy enferma, desahuciada, cuando yo aún no había nacido, y por un milagro superó su enfermedad, lo que le debe haber generado la necesidad de vivir siempre el presente, y lo manifestaba con su muy buen carácter permanente,  y de que cada año dijera su consabido discursillo, con el mejor tono dramático que lograba, decía –Pues este año tendréis que venir a mi casa, ya que el próximo año Dios sabe si yo estaré.

Y ahí íbamos todos, un batallón de hermanos, cuñados y sobrinos,  y luego se sumaron los nietos,  y posteriormente sus bisnietos, y seguíamos asistiendo todos a sus hermosos festejos navideños.

Y llegó el día en que uno de sus hijos le dijo: Mamá, cambie su discurso, porque algún día alguien nos dirá que usted está muriendo y no le vamos a creer.

 

                                                                                  Marta Ibáñez – 2022

 

Consigna: Sacude el árbol genealógico.              

 

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