jueves, 21 de julio de 2022

 

Cuento para niños

 

Historia de una semilla

 

Había una vez una semilla que tenía muchas ganas crecer. Soñaba con volverse una planta, como todas sus amigas.

Pero esto era algo casi imposible pues estaba en un frasco. Alguien la dejó allí, encerrada, olvidada.

Pasó mucho tiempo y nada cambió. Estaba muy desanimada. Poco a poco iba perdiendo las esperanzas. Tenía miedo de ponerse demasiado vieja.

Pero, un día pasó algo que le iba a cambiar la vida. Un niño la sacó de su prisión. Tenía que hacer un trabajo para la escuela, que consistía en investigar el proceso de la germinación. Preparó todo cuidadosamente. La puso con delicadeza en un vaso de vidrio con papel secante. Le proveyó humedad y la luz necesaria para que estuviera cómoda.

Liberó a la semilla, que quiso gritar de alegría, pero no pudo porque las semillas no gritan. Estaba deslumbrada. ¡Era la primera vez que veía al sol!

El niño no la desatendió ni un solo día.

La semilla se sentía muy mimada. Pasaron los días y vio como de su pancita nació un brotecito de color verde claro, que fue creciendo cada vez más. Y luego apareció la primera hojita.

La semilla rebozaba de felicidad y no le importó desprenderse de todos sus nutrientes para que la plantita siguiera prosperando.

El niño, que ya había cumplido con su tarea, dejó de cuidarla y la abandonó. La madre estuvo a punto de tirar la germinación a la basura. Pero la vio tan bonita y tan resuelta a crecer que la plantó en una maceta. La puso de adorno en la ventana de la cocina. Donde da el sol de la mañana que es el mejor. Siguió aumentando de tamaño y sus raíces se quedaron sin espacio. Urgía una mudanza.

Estaba preocupada. Comenzó a sentir miedo. Se preguntaba cuál sería su destino. Pero, por suerte, la madre del niño, con buen criterio, aprovechó la situación para enseñarle a su hijo cómo plantarla. La mudaron al jardín para que creciera libremente. Allí tendría Más espacio para sus raíces y todos los nutrientes que, generosamente, da la madre tierra.

Transcurría el tiempo como siempre pasa y llegó la primavera. Y fue una fiesta de pequeñas flores blancas y muy perfumadas que adornaron al joven arbolito. Se llenó de abejas y otros insectos ávidos de libar el néctar o cargarse de polen.

Luego se fue desprendiendo de las flores, suavemente, como una silenciosa lluvia de pétalos. En el lugar que dejaron aparecieron unos pequeños bultitos verdes. Eran los frutos bebé. Cuando llegó el otoño ya eran grandes y den precioso color amarillo.

Esa pequeña semilla se había convertido en un orgulloso limonero que se jactaba de su producción de limones.

El niño, siendo testigo de ello, comprendió la magia de la madre naturaleza.

 

Nela - 2022

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