¿POR QUÉ ESCRIBIR?
No estudio para saber más sino para ignorar
menos.
Juana
Inés de la Cruz.
Hace algunos años,
tras una crisis producida por la muerte de personas muy queridas en paralelo
con otras dificultades, se acentuó mi dislexia la que en otras oportunidades
lograba manejar, pero en este caso no podía evitar cambiar una palabra por otra
o no lograba encontrar la que debía utilizar, produciendo una inexplicable interrupción
de lo que pretendía decir.
Una
querida amiga había tenido un problema de salud que le llevó a hablar con
extrema dificultad. Guiada por su terapeuta y como otro ejercicio en su terapia
escribía en un cuadernito, y poco a poco recuperó totalmente su dicción. Pensé
entonces investigar dentro de mis posibilidades, la relación entre la escritura
y el habla. Comencé averiguando cuanto estaba a mi alcance y además me inscribí
en un taller de escritura a distancia que me llevó a descubrir espacios internos
muy interesantes, además del placer que encontré en hacerlo.
Para
escribir debemos elaborar mentalmente los conceptos e ideas que deseamos
comunicar, por lo que es necesario encontrar la manera de darle forma de texto
escrito a aquello que estamos pensando y traducirlo a caracteres de escritura.
Esto nos permite la comunicación diferida en el tiempo y en el espacio,
independientemente de dónde o cuándo se haya realizado y de quien pueda ser
receptor.
La lengua
escrita es, necesariamente, menos espontánea que la oral, ya que el texto debe
comunicar la idea sin el apoyo de lo gestual y lo auditivo. El emisor debe
elaborarla mucho más si quiere que el receptor la comprenda.
Podemos escribir la idea tal como se nos
presenta, en el idioma corriente con que hablamos; o pensando en el receptor,
lo que requerirá un texto algo más elaborado, pero lo más adecuado es
plantearnos si quien lo lea comprenderá la totalidad del mensaje, lo que debe
llevarnos a afinar la expresión del lenguaje escrito.
¿Qué nos permite
esto? Ver cómo pensamos, cómo hablamos y cómo nos expresamos. Algunos autores
hablan de que la ficción en la escritura proviene del inconsciente y es por eso
que algunos escritores dicen a veces no saber cómo sigue su obra, que una vez
que ésta se pone en marcha es como si cobrara vida propia.
Si
usamos la mente a un nivel muy superficial de pensamiento común, tenemos una
potencia limitada. Aprendemos el lenguaje oral por el solo hecho de estar en un
medio que nos permita oír hablar, pero a escribir nos tienen que enseñar.
Escribir nos lleva a hacer un esfuerzo extra porque tenemos habilitadas
distintas en áreas de nuestro cerebro
para distintos modos de expresión. El simple hecho de ampliar nuestro mundo
cognitivo ya es sumamente interesante.
El cerebro
es responsable de elaborar el conocimiento, procesar las emociones, almacenar
recuerdos y aprender. Está capacitado para expresar estas cualidades a través
del lenguaje, y esta capacidad se puede ampliar conscientemente. Pensamos un
mensaje, pero no lo podemos escribir tal como lo pensamos, debemos trabajarlo
en otras áreas cerebrales antes de llevarlo a modo escrito.
El lenguaje
es predominantemente una función del hemisferio izquierdo, aunque el hemisferio
derecho tiene también un poco de lenguaje. Además, si una persona tiene daño
cerebral en el hemisferio izquierdo en su temprana infancia, el hemisferio
derecho se apodera de la función del lenguaje. También parece haber personas
que tienen el lenguaje en el lado derecho e incluso hay quienes lo tienen en
ambos lados. Se ha descubierto que la organización funcional del lenguaje es
más diversa e individualizada de lo que se creía. Se han localizado áreas
relacionadas con el lenguaje en los hemisferios frontales, temporales y parietales,
en zonas alejadas de las clásicamente consideradas 'áreas del lenguaje'. En
algunas ocasiones la localización puede variar incluso varios centímetros de
una persona a otra.
Ampliar
nuestro vocabulario es ampliar nuestra capacidad cerebral. La lectura nos
amplía el vocabulario, más la escritura (transferir un pensamiento a
caracteres) lo amplía aun más, pues debemos buscar palabras mucho más ajustadas
a la idea a transmitir ya que no tendremos la retroalimentación del receptor
que nos comunique verbal o gestualmente si comprendió o no. Además de tratar de
usar en lo posible más de una palabra con el mismo significado para hacer el
mensaje agradable y claro.
Escribir es un
ejercicio que nos puede permitir profundizar el conocimiento de la idea a
transmitir, además de ordenar nuestro pensamiento en un
espacio-idea-sentimiento acotado, a través de la reflexión voluntaria y
necesariamente organizada.
Nos permite
dominar la divagación, ampliar el autoconocimiento y superar el egocentrismo,
pensando en transmitir ideas concretas a otras personas. Por esto algunas veces
nuestra mente se resiste a escribir: no desea superar la comodidad y trabajar
sobre sí misma. Es como si dijese “Ya tengo suficiente, no me molesten con
incómodas ampliaciones”
Es una tarea
que colabora, junto con otras como la meditación, en ampliar nuestras
capacidades y desenvolvimiento. Además es un desafío que no requiere de
esfuerzos desproporcionados sino de propósitos muy fáciles de intentar. A mí me
sirvió y me sirve para recuperar una expresión verbal fluida y un modo
agradable de comunicar con otras personas que no comparten mi espacio ni mi
tiempo.
Por Marta Ibáñez
Publicado
en Vuelos Nº 77
Diciembre
2010