Ayer te conocí, Maestra, estuve contigo, sentada frente a
ti.
Ahogada en el dolor y la incertidumbre, mi cabeza como el
planeta mismo. Estaba inundada de murmuraciones que llegaban en oleadas de
resentimientos ajenos, que despertaban mi ira, mi negación, y tal vez hasta mi
desprecio.
Y te vi vestida de blanco, y del mismo color era tu largo
cabello. Y hablé, no sé qué, vaciando esa bolsa de ingratos pensamientos, no sé
cuánto tiempo. No sé si escuché, pues sólo recuerdo que me aconsejaste: “Haz lo
que sientas, no te prendas de ideas ni quejas ajenas; tampoco te opongas,
déjalos correr, que ya pasará”
Desperté con una paz más allá de lo conocido hasta entonces.
Y medité mis recuerdos. Recordé los días de desolación y aridez, cuando yo te
buscaba y tú te ocultabas, los que quedarán en el olvido porque el dolor me
quemaba y apagaste mi fuego con un bálsamo de paz.
AMI - 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario