REFRANES (ACIERTOS O
NO TANTO)
En un pequeño pueblo cordillerano la gente se levantaba muy
temprano,
“Al que madruga, Dios lo ayuda” decían a menudo.
Los niños se iban a la escuela bien desayunados y siempre
llegaban a tiempo, las madres iban a sus trabajos sin prisa, charlaban y reían
camino a la única fábrica del lugar, los padres trabajaban en el campo de sol a
sol.
Así día tras día, siempre igual, todos se conocían y eran
amigos.
En las afueras vivía una anciana solitaria a la cual le
decían “la yuyera” ya que sabía mucho de hierbas medicinales. Hasta su casa
acudían los lugareños, buscando alivio a sus dolencias, la mujer era muy
conocida, y de otros poblados también venían a verla en busca de cura para sus
enfermedades.
Ella nunca estaba apurada, por las mañanas tomaba mate
tranquilamente, mientras iba preparando las medicinas con los yuyos que cada
tanto cortaba del campo, también usaba las flores silvestres que se abrían en
todo su esplendor cuando el sol ya estaba alto.
Era una mujer sabia aunque nunca había estudiado, por eso la
gente decía que ella tenía el don de sanar enfermedades porque Dios la bendijo
con esa Gracia.
Cada dos o tres días, salía de su casa cerca del mediodía
con una gran bolsa y se perdía en el campo buscando las plantas con las que
sanar todo tipo de males.
¿Por qué sale con
tanto sol doña? Le preguntaban los
que la veían pasar.
-Porque el sol es
bueno para la salud m´ijo, además “No por mucho madrugar amanece más temprano”
las plantas son fáciles de encontrar cuando hay mucha luz y las flores se abren
al calor del sol- respondía amablemente y seguía su camino. Al atardecer la
veían regresar con sus preciados yuyos sanadores.
Nadie conocía su nombre, ni su edad. La anciana no tenía
familia y vivía allí desde siempre. Nunca fue joven o al menos nadie la vio
jamás cuando lo fue.
Ana María Muñoz Vega – 2023
Consigna: Leyenda que
se perpetuó en refrán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario