viernes, 21 de junio de 2024

 

Biografía

 

 Papá

¡Padre! ¡Qué palabra fuerte en nuestras vidas!

Mi padre nació en Río IV, Córdoba, en 1913, el sexto de siete hermanos. Cuando era muy chiquito, 3 o 4 años, su papá murió y quedaron huérfanos, no sólo los Molina, también cuatro primas, que al quedar huérfanas su mamá había adoptado. Ni él mismo podía explicar como hizo esa mujer fuerte y valerosa para criarlos a todos.

¡Bendita esa mujer que logró no solo alimentarlos si no, “hacerlos gente”! (así decían ellos).

En su infancia soportaron el proceso que da la pobreza y la ausencia de todo; sus ganas de vivir fueron más fuertes que el hambre y las penas. Todos los hermanos, autodidactas, porque aunque muy inteligentes todos, fue muy poco tiempo lo que asistieron a una escuela.

Así pasó su infancia triste y desolada entre juegos con piedras y un perro bulldog que todos amaban.

Y crecieron, pero entonces había un camino nuevo, un aire más puro, un sol más fuerte y nunca tuvieron que avergonzarse de haber cometido un acto de violencia, aunque la rabia es un paquete que se carga toda la vida, sin protestar ni trasmitir resentimiento.

A los 18 años enfermó de neumonía y por esas cosas del destino se salvó milagrosamente, porque no había penicilina todavía.

Le tocó hacer el servicio militar en Mendoza, en su post convalecencia; sufrió mucho con la brutalidad de cómo los militares trataban a los soldados. Recuerdo las cosas que le contaba a mi mamá sobre ellos. Pero como buen resiliente, aprendió mucho entre esa gente.

Anduvo por la montaña mendocina, allí supo distinguir las hierbas curativas de distintos males. Andaban a mula, confiaban en la mula que sabe andar en las alturas y aprendió fotogrametría, lo que le sirvió más adelante para trabajar.

Allí empezaron a cambiar las cosas. Enfermó de nuevo y le dieron la baja. Ya casado con mamá siguió con esa tarea de las fotografías.

Tenía una memoria prodigiosa. Era un maestro del diálogo y la comunicación a la hora de las comidas.

Allí está la segunda vida de su vida, el club Anzorena, Se hizo socio de ese club de básquet y aunque por su condición física, él no jugaba, como sabía toda la técnica, enseñaba a jugar a los niños y jóvenes que se acercaban al club y a su vida.

Lo recuerdo siempre rodeado de chicos, “Hay que sacarlos de la calle”, decía, “para que se hagan hombres sanos y de bien”

Confiaba en su potencial. Él, que había vivido una existencia tan carente de todo, sabía la importancia que tenían el cariño, el respeto y la confianza, que brindaba a esos seres jóvenes. Esa atención, interés y sabiduría habían venido en su alma y él la repartía.

Así lo recuerdo. Afuera los grillos y el barullo de los perros, adentro del club, la luz de la luna y los reflectores alumbrando a rayas precisas, la cancha de básquet y su figura de pie y fumando nervioso un cigarrillo tras otro.

Una vez, única en su vida y en la del deporte mendocino, fue elegido presidente de la comisión de jugadores que participó del torneo argentino de básquet. ¡Y salieron campeones! En un diario mendocino salió una foto suya con dos personas más que no conozco y el epígrafe dice: “Se escribe con tinta de oro MENDOZA CAMPEÓN ARGENTINO DE 1959”

Así seguía su vida, se mostraba orgulloso de mi hermano y de mí, siempre enamorado, junto a mi mamá. Siempre andaban unidos.

Aunque no envejecieron juntos, los dos marcados por costumbres y anhelos similares. Habían compartido cada día durante una parte de sus vidas, pero todo acabó en poco tiempo. Su cuerpo físico exigido y debilitado por la vida, no soportó mucho.

Murió muy joven, a los 59 años.

Si hay un Dios que nos quiere, como espero, allí está él guardando su eternidad bajo una lápida fría y muda.

Mi papá, maestro de vida, te quiero y recuerdo. Te imagino conmigo cuando la vida aprieta.

 

Clara Molina – 2024

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

  Reflexión     Los seres que aman derriban barreras, acercan, escalan montañas. Los seres que odian separan, levantan murallas, no ...