lunes, 15 de julio de 2024

 

UN CUENTO PARA NIÑOS

 

Personajes: Un niño explorador, Pipo

Una niña de 2 cm de estatura

Un perrito feliz, Bubú

 

                                               La niña del bosque        

Muchos, muchos años atrás, Pipo vivía solo junto al río. Solito no, con su amigo Bubú que era su perrito. Pipo no hablaba el idioma de los humanos si no medias palabras y le había puesto nombre a las estrellas igual que a sus cabras.

Pipo vivía cerca de un bosque de hinojos, un bosque; aunque él no sabía lo que era el miedo nunca se aventuraba dentro del bosque que era espeso y oscuro, como todos los bosques.

Pero un día, mejor dicho temprano una noche de luna llena, Bubú se adentró en el bosque ladrando y Pipo lo siguió. No estaba tan oscuro, había luciérnagas que parecían guiarlo y acompañarlo; Pipo observó que había plantas fascinantes, incluso un suave fulgor de color lila parecía resplandecer en aquél bosque misterioso.

Bubú ladraba alterado junto a unas flores, entonces Pipo se acercó a explorar, a la luz de la luna le pareció ver un gusano con manitos que se agitaban entre los pétalos de la flor; cuando fijó la vista en el bichito vio que no era un gusanito. Era una niña, tan pequeñita pero tan pequeña que estaba instalada dentro de la flor. Pipo se rascaba la cabeza ¿qué hacer con eso que tenía piernas y manos como él?

Ese ser irradiaba luz y belleza y lo miraba con una tierna sonrisa que le trasmitió confianza. Delicadamente tomó a la pequeña con dos dedos y la puso en su bolsillo, vio que señalaba hacia adelante.

Caminó en esa dirección, al cabo de un rato, llegaron a un claro donde un grupo de gnomos estaba tallando figuras de madera, los gnomos se acercaron a Pipo y le explican en su idioma cómo se puede transformar algo simple en algo asombroso ¡Pipo les entiende! Es que ese bosque es mágico. Agradece a aquellos amables gnomos sus palabras y conocimientos y se siente impulsado a seguir adelante,

Llegan a otra zona del bosque, donde un resplandeciente y blanco unicornio se encuentra pastando.

El unicornio emanaba luz; la luminosidad que los rodeaba y envolvía se trasmite a todo su ser. Ellos también brillaron. Eran hermosos.

Pipo comprende como si tuviera una revelación: todo es sagrado, el bosque, la luz, la tierra el cielo, sus cabras. Una sensación desconocida lo invadió, era feliz. Sonreía. Bubú se movía y bailoteaba moviendo su colita. Todo era paz con súbitos destellos de fulgores.

Nunca supieron cuánto tiempo pasó ni como salieron del bosque.

Cansados, felices, sin palabras, volvieron a su “casa”, que era una cuevita en la piedra con ramas que cubrían la entrada.

Cuando Pipo se sentó a comer, sintió cosquillas en su pierna y de pronto recordó a Lis que seguía en su bolsillo. La sacó, la colocó arriba de su mesa y vio que la pequeñita movía la boca y los brazos. La acercó al agua y ella se abalanzó dentro del cuenco de piedra que servía de taza. Sorprendido, el niño, y sin entender qué hacer con ella, la tomó suavemente y la puso sobre un tallo verde que guardaba en un rincón. Poco a poco Lis y Pipo empezaron a entenderse; a él le entretenía verla moverse con sus bracitos y piernas como un gusanito, y ella ¡Quién sabe qué pensaría ella!

Pero se quedó allí siempre acompañada por Bubú quién parecía adivinar lo que Lis necesitaba o quería, como un pétalo con gotas de rocío, o un granito de naranja. Cuando Pipo iba a cuidar a las cabras. Bubú le avisaba con ladridos suaves que se quedaba solita.

Así siguieron con sus vidas. Un ruiseñor vino a vivir a su ventana.

Cantaba, oculto a veces, y de ese modo alegraba esas existencias puras y simples iluminadas por el misterio del bosque mágico.

 

Clara Molina - 2024



 

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