Fantasía
Botones de oro
Anoche me dormí
tarde, me había acostado tarde, sin sueño y busqué que me invadiera el adormecimiento con algunas
estrategias sin resultado: leí sin entusiasmo, lo reemplacé por el celular, y a
este lo cambié por el televisor al que apagué rato después y quedé cavilando a
oscuras. No tengo idea de a qué hora me habré dormido.
Soñé ¿soñé? Que
me despertó la reina de las hadas, al menos ella se presentó así, y me dio una
tarea, que cuidara las flores de “Diente de león” ¿Quién le habrá puesto ese
nombre? Bueno, no sé qué relación tendrá pues se ven tan simples y pacíficas…
volviendo a lo que estaba contando, y para esta tarea me nombró hada por un
día, dándome los atributos de toda hada que se precie: una varita mágica, un
hermoso par de alas y el don de volar.
Tardé un par de
horas en adaptarme a esa nueva situación; intenté remontar vuelo y me di unos
golpes más o menos considerables que, gracias a la magia no me ocasionaron
daños de importancia, hasta que descubrí que no necesitaba volar, bastaba que
lo pensara para trasladarme, y lo supe cuando pensé en el espacio verde de un
complejo de torres donde cada día al pasar veía sus flores amarillas que se
convertían en suaves y frágiles copos de semillas voladoras destacarse entre el
pasto.
Llegué justo a
tiempo. Estaba el jardinero armado con su máquina cortadora de césped
motorizada, y con expresión de “Ahí voy, plantitas inservibles”, por lo que
lancé un grito que nadie oyó, extendí mi brazo con la varita mágica empuñada, y
el hombre pasó su máquina destructora sobre las indefensas plantitas y ¡Oh,
sorpresa! El césped sufría el corte arrojando sus hojitas trituradas al aire,
pero los dientes de león permanecieron intactos.
El jardinero, molesto, volvió a pasar y sucedió lo mismo, y
luego otra vez, y otra y…
En eso apareció una anciana que le pidió permiso de arrancar
una planta de esas, pues ella lo usa para calmar dolencias y “hasta para
ensaladas” – dijo.
Ahí comprendí acabadamente la importancia de mi protegida,
además en ese momento se terminaba mi tiempo y desperté.
Ahora no sé si fue realmente un sueño, pero sé que esas
plantas de bellos botones dorados son amigables, y les sonrío cada vez que las
veo, y me parece que ellas me saludan.
Marta
– 2024
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