jueves, 9 de abril de 2020



EL ASADO

Era tarde cuando llegó el correntino Acolchonado, mentiroso como pocos, preguntando por el patrón. Apenas lo vio inició sus disculpas:

“Ayer no vine a trabajar porque con el Gringo Batista, el Roque y el Cholo Suárez armamos viaje al Manzano. Usted sabe como es de cuidadoso el Gringo con el Rastrojero, y ya que lo ofreció, aceptamos. Compramos carne, vino no podía faltar, pan casero, ensalada de berros con cebolla y ya estábamos hechos. Usted también colaboró porque nos llevamos leña seca para no pasar frío. Llegamos. Nos costó encontrar un lugar con poca nieve; bajamos la leña y todo lo demás pero ¡nos habíamos olvidado de la parrilla! “En mi pueblo se atraviesa la carne en una vara larga y el asado sale bien”, comenté. Comenzamos a hurgar la nieve hasta que por fin encontré un palo puntudo, justo para lo que necesitábamos. Le ensarté la carne, lo planté junto a las brasas que ya estaban a punto y nos cobijamos de la escarcha que caía, mientras calentábamos el garguero con unos tragos y charlábamos de todo un poco. En eso el Gringo pegó un grito que nos dejó helados: “¡Se robaron el asado! ¡Vengan, hay huellas frescas!” Salimos dispuestos a defender la comida. No habían pisadas, sólo una larga marca en la nieve del ancho del asado, la seguimos y unos metros más allá avanzaba nuestro asado lentamente, zigzagueando, ensartado en una víbora congelada y resucitada por el fuego. ¿Qué le parece, patrón?

                                                                              Elena Trunecka

                                                                            Tunuyán – Mendoza 14/06/2014

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