Salame
y zapatos de charol
En
la esquina, frente a mi casa, hay una parada de micro. No es la más usada dado
que a tres cuadras hay otra en la que pasan más micros. A pesar de su abandono,
la parada tiene un aspecto siempre brillante, limpio y armónico. En un día
corriente de semana sólo cuatro personas pasan por allí, los sábados no pasa
nadie y los domingos un hombre aparece en la mañana. Este curioso sujeto es siempre muy puntual,
viste camisa, pantalón de vestir y zapatos de charol; pero lo que más destaca
es el acostumbrado sánguche de salame con el que se sienta en la espera del
micro. Es, sin duda, una imagen extraña.
Un
domingo de invierno me levanté a las ocho como era habitual, le abrí al perro
que pedía salir a dar un paseo por las calles y me senté a tomar mi café al
lado de la ventana, a la espera del señor de la parada del micro. Al rato
apareció, lo vi cuando dobló en la esquina caminando felizmente con su bolsa
plástica que contenía el conocido sánguche de salame.
Abandoné
mi puesto para lavar mi taza cuando un grito de sorpresa me alertó, corrí a mi
ventana. El señor estaba en el medio de la intransitada calle mirando a ambos
lados, solo le faltaba su sánguche de salame. El hombre corrió hacia la
derecha, miré un poco más adelante y allí estaba un gran perro blanco que podría
reconocer en cualquier lado: mi perro.
Me
quedé sin saber qué hacer, inmóvil. El señor perseguía a mi perro y mi perro
venía hacia mi casa. Un golpe en la puerta me sobresaltó y bajé en pijama, abrí
la puerta y una ráfaga blanca subió corriendo al segundo piso. Me quedé frente
al señor, balbuceé algunas disculpas, busqué en la mesa
de al lado de la entrada un billete y se lo di pidiéndole perdón nuevamente. Desde
ese día, todos los domingos a la parada de enfrente de mi casa llega un hombre
vestido con camisa, pantalón de vestir, zapatos de charol y su sánguche de
salame bien envuelto, se sienta y antes de abrirlo mientras mira a todos lados.
Una vez asegurado el lugar, sin peligro a la vista, abre su bolsa, saca el sánguche
de salame y come.
por Carolina Solsona
Mayo,
2018
Me encantó, tiene mucha frescura tu escritura.
ResponderEliminarMe gustó mucho tu cuento Carolina
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