viernes, 24 de abril de 2020


                            Salame y zapatos de charol

 
En la esquina, frente a mi casa, hay una parada de micro. No es la más usada dado que a tres cuadras hay otra en la que pasan más micros. A pesar de su abandono, la parada tiene un aspecto siempre brillante, limpio y armónico. En un día corriente de semana sólo cuatro personas pasan por allí, los sábados no pasa nadie y los domingos un hombre aparece en la mañana.  Este curioso sujeto es siempre muy puntual, viste camisa, pantalón de vestir y zapatos de charol; pero lo que más destaca es el acostumbrado sánguche de salame con el que se sienta en la espera del micro. Es, sin duda, una imagen extraña.
Un domingo de invierno me levanté a las ocho como era habitual, le abrí al perro que pedía salir a dar un paseo por las calles y me senté a tomar mi café al lado de la ventana, a la espera del señor de la parada del micro. Al rato apareció, lo vi cuando dobló en la esquina caminando felizmente con su bolsa plástica que contenía el conocido sánguche de salame.
Abandoné mi puesto para lavar mi taza cuando un grito de sorpresa me alertó, corrí a mi ventana. El señor estaba en el medio de la intransitada calle mirando a ambos lados, solo le faltaba su sánguche de salame. El hombre corrió hacia la derecha, miré un poco más adelante y allí estaba un gran perro blanco que podría reconocer en cualquier lado: mi perro.
Me quedé sin saber qué hacer, inmóvil. El señor perseguía a mi perro y mi perro venía hacia mi casa. Un golpe en la puerta me sobresaltó y bajé en pijama, abrí la puerta y una ráfaga blanca subió corriendo al segundo piso. Me quedé frente al señor, balbuceé algunas disculpas, busqué en la mesa de al lado de la entrada un billete y se lo di pidiéndole perdón nuevamente.
Desde ese día, todos los domingos a la parada de enfrente de mi casa llega un hombre vestido con camisa, pantalón de vestir, zapatos de charol y su sánguche de salame bien envuelto, se sienta y antes de abrirlo mientras mira a todos lados. Una vez asegurado el lugar, sin peligro a la vista, abre su bolsa, saca el sánguche de salame y come.

                                                                                

por Carolina Solsona

                                      Mayo, 2018


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