jueves, 3 de septiembre de 2020

 

Fueron leyenda

Hace muchos años, en un pueblo, se encontraba una mujer muy pobre que tenía dos perros por única compañía.

Todas las mañanas salía con ellos  a recorrer los lugares  más apropiados para conseguir alimentos. Esos lugares eran los tachos de basura, que por aquellos lados, eran tan grandes como los contenedores que se utilizan hoy en día en las construcciones para retirar escombros.

Allí encontraban cosas insólitas: desde caramelos, hilos, peines, hombreras, lentes, juguetes y velas, hasta animales vivos que se refugiaban para pasar la noche. Eran comunes una suerte de conejitos que nadie sabía cómo se llamaban, por lo que ella los bautizó como “del cerco” pues cuando salían a comer recorrían todos los cercos de las casas.

La mujer no solo buscaba comida sino también ropa y juguetes para los niños. Ella misma los arreglaba y los repartía a los más pobres. Cuenta la leyenda que cuando se puso enferma y tenía que quedarse en su casa, los dos fieles amigos salían a hacer el trabajo que ella les  había enseñado: buscaban prendas de vestir y alimentos y los transportaban con sus bocas a la vivienda donde ella los esperaba para remendar y preparar los regalos de los niños pobres.

Estos perros eran tan conocidos por los habitantes del pueblo que todos los querían. Iban a todas las fiestas, a la iglesia, a participar de los casamientos, a los velorios, y también al cementerio a acompañar a algún amigo fallecido.

En la plaza principal les hicieron un monumento a esos dos perros por su fidelidad de buenos amigos.

 

Janet - 2013

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