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AQUÍ HAY GATO ENCERRADO

La mujer sorprendida vio a su joven esposo salir sonriente, muy acicalado y perfumado. No entendía a qué se debía toda esa parafernalia de ropas y esencias. No era su estilo.

Él volvió pronto con un ramo de flores - “Son para vos, mujer”

Sara, que estaba pelando papas en la cocina se sobresaltó. -“¿Y esto a qué viene?”- pensó. Dibujó una sonrisa -“Gracias”- murmuró y las dejó por ahí como si no tuvieran mayor valor. Ya su mente se devanaba en teorías persecutorias  -“¡Alguna macana se mandó! No, peor, me engaña, ¡Me está engañando con una compañera de trabajo! La secretaria esa que usa faldas cortitas y a lunares. ¡A Lunares! ¿Quién usa faldas a lunares? Una tonta que lo único que le interesa es conquistar al jefe. No, yo voy y la mato, mejor los mato a los dos”

“¿Cómo podría hacer?” -Se preguntaba -“¿En la calle, en la oficina, a cada uno en su casa? Los tenía que pescar infraganti. Así tendría razones valederas. “Drama pasional”, ya veía el encabezado de los diarios.

-“¡Sara, Sara!” -La voz del marido la volvió a la realidad - ¿Qué te pasa? ¿No te sentís bien, no te gustaron las flores?

- ¡No! Gritó Sara, aquí hay gato encerrado. Decime la verdad, ¿Quién es ella? ¿Adónde se ven? ¿Cuándo? ¿Por qué?

Iba a seguir con la retahíla de preguntas. Él la tomó con una mano y sonriendo le dijo: -“¡Pero mujer! ¿Qué pensaste? Hoy me ascendieron en el trabajo. Han reconocido mis capacidades; de ahora en adelante gano mucho más. Este es un regalo para vos que estás siempre a mi lado” y la abrazó.

Sara seguía masticando lo del gato encerrado. No le creyó ni la mitad. Iba a investigar. Esto no quedaba así. ¡No señor! Y se puso a llorar de rabia, de impotencia, de celos.

¡“Pobre Sara, tan sensible! -pensó- llora por unas flores. Menos mal que no le traje un vestido en una caja, como sugirió Miriam (la secretaria). Ahí se desmayaba, seguro. Menos mal”

Y así siguió cada uno conviviendo con su novela interior, privada sin saber qué pensaba el otro o la otra.

CLARA MOLINA 2020