Biografía
Juana Azurduy de Padilla, Coronela del Ejército Libertador
Nació en el cantón de Toroca en las cercanías de
Chuquisaca, el 12 de julio de 1780 hoy república de Bolivia, hija de don
Matías Azurduy y doña Eulalia Bermudes .Su lengua
materna era el castellano, aprendió el quechua y el aymara .
Gozaron de una buena posición económica, pero Manuel
como era “criollo”, no podía participar de cargos en el cabildo. Por esas
circunstancias Manuel Padilla se sumó a la resistencia y encabezó a los indios
Chayanta. Juró servir a la causa americana y vengar a los patriotas fusilados en el levantamiento
de
Hacia 1813 los revolucionarios
ocuparon Potosí y Padilla fue el encargado de organizar el ejército, tarea a la
cual se sumó, ahora sí, Juana. Su ejemplo hizo que muchas mujeres se sumaran a
la idea de independizarse de los españoles. “En poco tiempo, el prestigio de
Juana Azurduy se incrementó a límites casi míticos: los soldados de Padilla
veían en ella la conjunción de una madre y esposa ejemplar con la valerosa
luchadora; los indígenas prácticamente la convirtieron en objeto de culto, como
una presencia vívida de la propia Pachamama”.
Juana Azurduy siempre demostró un
hondo sentimiento maternal y se preocupaba de que sus hijos crecieran sanos y
fuertes, convencida de que una de sus misiones principales era evitar que les
sucediese lo que ella tuvo que sufrir cuando sus padres desaparecieron
demasiado prematuramente.
Sabedora de que la hora de
combatir le llegaría tarde o temprano, porque su deseo así lo auguraba, Juana
ordenaba a sus ayudantes que le fabricaran muñecos de paja con los que luego
ella se ensañaba, atacándolos con alguna espada que su esposo había abandonado
por mellada e inservible. O los atravesaba con una lanza de larga vara que
aprendió a sujetar con fuerza en su sobaco, taloneando su cabalgadura como su
padre le había enseñado
También
aprendió a lanzar las boleadoras con bastante eficacia y las cabras debieron
habituarse a derrumbarse cada dos por tres con sus patas arremolinadas por
tiradas cada vez más certeras. La que hasta no hacía mucho fuese una dama chuquisaqueña
se enorgullecía ahora porque su brazo se endurecía y la espada parecía pesar
cada vez menos, desbaratando ejércitos de muñecos que caían abatidos
desparramando briznas de quinua en el aire.
El hecho de que fuera mujer, y
tal estirpe de mujer, decidía a muchos hombres a unirse a la lucha y, lo que
era más remarcable, también lo hacían no pocas mujeres, anticipando lo que
sería aquel formidable cuerpo de amazonas que debería ocupar mejor lugar en
nuestra Historia.
En campaña solía llevar un
pantalón blanco de corte mameluco, chaquetilla escarlata o azul, adornada con
franjas doradas y una gorra militar con pluma azul y blanca, los colores de la
bandera del general Belgrano, quien le había obsequiado su espada favorita en
cierta ocasión en que presenció su bizarría y arrojo, prenda que lucía con gran
estima.
En el mes de marzo de 1814. Padilla y Azurduy
vencieron a los realistas en Tarvita y Pomabamba. Pezuela, el jefe del ejército
español, puso todo su batallón a perseguir a la pareja de caudillos. Las tropas
revolucionarias debieron dividirse: Padilla se encaminó hacia
Un grupo de suboficiales quisieron arrebatarle la caja con el tesoro de sesenta mil duros, el botín de guerra con el que contaban para su supervivencia las tropas revolucionarias, y que custodiaba con celoso fervor. Juana se alzó frente a ellos con su hija en brazos y la espada obsequiada por el General Belgrano. Feroz y decidida, montó a caballo con la pequeña Luisa y, juntas, se zambulleron en el río logrando llegar con vida a la otra orilla. La recién nacida quedó a cargo de Anastasia Mamani, una india que la cuidó durante el resto de los años en que su madre continuó luchando por la independencia americana.
Juana Azurduy intentó reorganizar la tropa sin recursos, acosada por el
enemigo, perdió toda colaboración de los porteños. Decidió dirigirse a Salta a
combatir junto a las tropas de Güemes, con quien estuvo tres años hasta ser
sorprendida por la muerte de éste, en 1821. Decidió regresar junto a su hija de
6 años, pero recién en 1825 logró que el gobierno le dé cuatro mulas y cinco
pesos para poder regresar. Ese mismo año se declaró la independencia de Bolivia
y el mariscal Sucre fue nombrado presidente vitalicio. Este le otorgó una
pensión, que le fue quitada en 1857 bajo el gobierno de José María Linares.
La alcoba donde murió se encontraba en la casa número 218 de la calle España, en la ciudad de La Paz, Bolivia, en el patio interior que parece el corralón de algún antiguo tambo, donde viajeros y trajinantes alquilaban una pieza para pasar la noche.
El cuarto era pequeño y miserable,
tenía un ventanuco al oriente y la puerta al norte. Adentro había una
escalerilla de adobe para alcanzar la abertura, las paredes estaban
blanqueadas y el techo con recias vigas y cañas trenzadas, rumorosas de
vinchucas.
En un lecho humilde con colchones
que los indios llaman "ppullus", expiraba doña Juana. Además había en
la alcoba una vajilla de barro, en las paredes algunas imágenes, un arca
pequeña con papeles y otro catre para Indalecio, un niño harapiento, único
testigo del último suspiro de
Murió, como no podía ser de otra
manera, un 25 de mayo de 1862. (Revolución de
Chuquisaca
25 de mayo de 1809 )
Sus restos fueron exhumados 100
años después, para ser guardados en un mausoleo que se construyó en su
homenaje.
Referencias:
Historia de Bolivia -De Jose Mesa,
Teresa Gisbert de Mesa ,Carlos De Mesa - Quinta Edición-Editorial Gisbert La
Paz 2006 Wipedia; Enciclopedia libre
Internet.
Helena Benenati Solsona - 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario