Magia
La función del circo del pueblo había finalizado. Todos se
agolparon en la salida apresuradamente.
El niño, de la mano de su madre, salió saltando alegremente
con las mejillas coloradas por el entusiasmo de lo que había experimentado con
el espectáculo.
-¡Mami, Mami, yo quiero se mago! Exclamó. En su retina
permanecían, aún, las imágenes de los misteriosos trucos que el artista había
desplegado.
Su madre, que ya estaba pensando en qué prepararía para la
cena, apurada por llegar a su casa antes que su marido para evitar su reclamo,
no le contestó.
-¡Mamá, mamá, escúchame! ¡Quiero ser un mago cuando sea
grande! De esos que sacan un conejo de la galera, con su varita y esas extrañas
palabras que pronuncian.
La madre detuvo la marcha, y agachándose un poco miró a los
ojos a su hijo, arrepentida de no haberle prestado atención.
-Hijo, tú ya eres un mago- le dijo con ternura. Todo el
tiempo haces magia-
El niño la miró sorprendido, sin entender lo que escuchó.
-¡Pero mamá! ¿Qué estás diciendo? ¡Cómo que soy un mago si
no sé hacer ni un solo truco!-
-No se necesita tener esa habilidad. Hay otras formas de
lograrlo- le respondió. Y continuó diciéndole- Cuando llega tu abuela a casa y
corres a darle un fuerte abrazo a ella se le llenan los ojos de lágrimas por la
emoción. Eso es tu magia. El brillo en la mirada de tu compañerita de escuela
cuando compartes tu merienda porque ella nunca lleva nada para comer. Ese
brillo es tu magia- En las tardes juegas a la pelota con ese niño, que los
demás ignoran por su dificultad para caminar, te sonríe agradecido. ¿Acaso esa
sonrisa, no es magia?-
Y siguió diciendo, con la voz un poquito quebrada por la
emoción: -Cuando llegas a casa con las zapatillas y tu carita sucia, delatores
de tus travesuras, y te cuelgas de mi cuello diciendo ¡Mami, te quiero mucho! Los latidos de mi
corazón dicen:¡ Esto es tu magia!-
Hijo, tú ya eres un gran mago.
Fin (Nela)
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