Un cuento mendocino.
El Mundo de
los Niños
Dos chicos, varones, jugaban en la vereda, allá por los años
50, cuando estar en la vereda no implicaba amenaza alguna.
Como es natural los niños jugaban sin pensar en peligros
latentes; eso creaba un ambiente tan natural que se veían felices jugando
simplemente con bolitas y una caja de cartón que hacía las veces de un camión
de carga.
Pero, como es también natural, a través de los siglos en la
raza humana, siempre un macho trata de superar al otro, al resto, al clan, al
pueblo. Éste era el caso de Juan quién siempre quería ser el ganador de lo que
fuere: llevar el camión a su reinado, ganar todas las bolitas o simplemente ser
más alto y gritar más fuerte.
Rubén no se quedaba atrás, él también se consideraba un héroe;
o suponía serlo. No aceptó las órdenes de Juan y lo empujó con un codazo como
diciendo “Escúchame, yo tengo la palabra”.
Juan reaccionó mal, se enojó y lo empujó más fuerte. Así
entre empellones y gritos ambos cayeron a la acequia con tan mala suerte que
Rubén se pegó la cabeza contra el cordón de un puente y Juan se enterró hasta
la cintura en un charco de barro. Pues eran acequias de tierra.
Rubén sangraba y estaba pálido y mareado. Juan, mojado,
embarrado y todavía un poquito enfurruñado; de golpe tomó conciencia de la
situación y se echó a reír por el aspecto de ambos. Sus cuerpitos sucios y
consternados más que para risa estaban para preocuparse ¿Qué dirían sus madres?
¿Se lo contarían a papá? ¿A quién le importa ser el rey de la tierra?
Mejor esconderse hasta que bajara el sol y su aspecto
pudiera, con suerte, pasar inadvertido.
Como si las mamás fueran ciegas y los padres distraídos, los
niños tejieron y destejieron anécdotas para contarle a sus padres: “que habían
sido atacados por algún enemigo extraño; gente con armaduras y perros feroces”
En su imaginación sin límites, igual se veían héroes, los
héroes invencibles de ese mundo inocente, pueril que pronto acabaría.
Clara Molina – 2025
No hay comentarios:
Publicar un comentario