Dialogo
Personajes: un álamo,
un olmo, otros árboles.
Competencia
En el bosque, los árboles charlan entre ellos; a veces, las
raíces se cuentan sus cuitas, recomiendan tipos de alimentos terrestres o se
avisan si hay movimientos de aguas.
Las copas se mecen cuando el sol dora de miel los campos
malva y verdes; les gusta la brisa fresca, los movimientos suaves de los
pájaros que anidan en sus ramas, pero también conversan y tienen charlas como
la que sigue:
Álamo: ¿Qué te
pasa viejo olmo? ¿Por qué te has sonrojado tanto? Es que te has enamorado y por
eso pintas casi de rojo.
Olmo: ¡Siempre
averiguando qué le pasa a los demás! Me sonrojo porque el otoño me atrapa con
su paleta de tinturas ocre. No porque tenga un enamorado.
Álamo: Es que ser
alto y esbelto como yo no es cosa fácil. Me mantengo erguido y verde con otoño
y sin otoño; con viento y con lluvia; y desde acá veo todo lo que pasa a mi
alrededor. No se me escapa nada.
Olmo: Claro; esa
delgadez tuya te hace creer que eres hermoso, no sé quién te lo habrá dicho, a
mí me pareces escuálido, macilento y sin gracia. ¿Te alimentan bien tus raíces?
Álamo: ¡Lo que es
la envidia y la ceguera! Nunca me han llamado “macilento” sino bien erguido y
buscando el cielo.
Olmo: Bueno, si
eso te parece adecuado, dejémoslo ahí. A mí me gustan los árboles amplios,
esponjosos, con espacio para nidos y zorzales y con ramas porosas, ligeras
suaves…
Álamo: Vaya, vaya,
vaya, con el compadre. ¡Nunca creí que estuvieras tan satisfecho de tu, ¿Cómo
lo digo sin ofender? De tu amplitud, de tu grosor un poco dilatado diría yo.
¡En cambio yo!
Olmo: Claro, en
cambio tú, esmirriado y flacuchento, te vas para arriba con la nariz fruncida
como si el olor de la tierra te molestara.
Un nogal que estaba cerca, se cansó de este diálogo estéril.
Rogó que viniera un viento, una lluvia fresca, algo que ayudara para que esos
dos se callaran.
Llegó la noche. Vino en su ayuda un airecito tibio que mecía
las hojas de todos los árboles y por un tiempo; o por lo menos por esa noche
hasta el día siguiente quedaron en silencio acunando sus nidos.
Clara Molina – 2025
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