Prosa poética
Amigo dolor.
Y mi cuerpo se
queja, pues sus partes sensibles a ti llevan lágrimas a mis ojos. Y mis miedos
acechan, como fantasmas amenazantes en medio de la oscura noche.
No soy joven,
pero aun dueña de mi movilidad, de mi independencia, de mi propia soberanía.
¿Qué será de mí
mañana? ¿Qué me depara el destino? ¿De qué me sirve esta prueba?
Me gusta la gente
y mis quejas me alejan de ellas. Me gustan los viajes y dolores físicos me
aquietan, veo los lugares bellos del mundo en las publicidades y documentales,
sin poder disfrutar del canto de las aves ni el perfume de las hierbas.
Me encanta el
baile, y me duele bailar.
Amo los abrazos y
los temo porque me despiertan quejidos.
Te pregunto: ¿Qué
me dejas dolor? ¿Qué debo aprender de ti?
Y tú me respondes
que aceptación, que debo acumular valor, para reconocer y gozar la salud, para
comprender a otros y cuidar de ellos, verlos como tus iguales.
¡Oh, dolor! Te
veo irreverente, entrometido en donde no te he invitado ¿Por qué insistes?
No hay vida sin
dolor –me contestas- ¿De qué te sirve la vida si no la valoras? ¿Te acercas a
alguien que sufre si no conoces el sufrimiento? Podemos ser amigos,
ya que nuestra amistad te dará sabiduría si la valoras, o amargura e infelicidad
si le temes o la odias.
Si eliges
resentir lo sufrirás, si eliges aceptar eres bienvenida a la vida real.
Asunción - 2024
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