miércoles, 20 de noviembre de 2024


cuento 


                                            El olvido de las Musas

Sí, porque deben haberme olvidado. Acabo de recibir un ultimatum de la editorial, pues mañana vence el plazo en el que debía enviarles mi nueva novela por la que me han pagado el cincuenta por ciento de lo acordado, y de la que no he podido desarrollar ni el título.

Después de mi última novela, que  alcanzó el estatus de “best seller” con la que logré ser reconocido en los círculos de escritores y, poco a poco, ir ganando gran popularidad entre los lectores de temas de moda, y tuviésemos una enorme venta de ejemplares, los creativos de la editorial se apresuraron a contratar mi siguiente trabajo, antes que alguna competidora se les adelantara, y yo, agrandado como galleta en agua como dice el dicho popular, les aseguré que sería aún mejor que la anterior; pero heme aquí, paralizado, impotente ante mi vieja computadora, sin saber qué hacer.

Como una posibilidad, ante la incertidumbre, se me ocurrió citar a Lisandro Espina, el personaje central de mi novela estrella “El pampero imbécil”, a una entrevista esperando lograr alguna idea interesante. Lisandro vino, al parecer con la esperanza que compartiera con él algo de las ganancias que dicho libro devengó, pero al saber que solo le llamé para que me ayudara con alguna idea, se levantó de su silla y se fue dando un portazo. Recurrí a otros personajes secundarios, como Areolinda Barroso, la enamorada de Lisandro en esa novela, pero ella me increpó diciendo que la había expuesto ante los lectores como una pobre desgraciada, lo que le produce tanta vergüenza que no puede ni mirarse al espejo. Los otros personajes que cité ni siquiera aparecieron.

Me he sentido muy defraudado y siento que esos personajes son unos desagradecidos, pues no creo que algún otro escritor se interese en darles vida.

Así fue que tomé una arriesgada decisión: llamaría a un “casting” para el día siguiente. Grande fue mi sorpresa cuando, al abrir la puerta, vi una enorme fila que daba vuelta a la esquina. Hacia allí me dirigí, y para mi asombro, llegaba a la otra esquina. Mi curiosidad me llevó hasta ese lugar y la cola ya estaba por alcanzar nuevamente mi vereda en cuanto se agregaran algunos más.

Hice pasar con toda amabilidad a la primer persona de la fila, una hermosa joven gitana, pero ella venía a ver qué tenía yo para ofrecerle, que como les dije, yo carecía totalmente de argumento, por lo que le pregunté por su experiencia y ella me aseguró que había trabajado con Cervantes hacía unos siglos, pero después de eso no había tenido ningún otro trabajo.

Algo semejante sucedió con el segundo personaje, era Prudencio Aguilar, quien fue muerto por José Arcadio Buendía en “Cien años de Soledad” de la pluma de Gabriel García Márquez;  el tercero era Magog, quien trabajó con Gog en “El banquete de Severo Arcángelo”, de Marechal, y después se presentó la pulpera de Santa Lucía, y luego Peter Pan, y más tarde un pitufo… y ya comencé a marearme, pero seguí entrevistando a los innumerables personajes de aquella inagotable fila. Pero cuando ya no daba más de cansancio entrevisté a uno que me hizo ver la realidad de ese momento: “El loco” de Kalil Gibrán. Él me dijo que lo que ellos querían era que yo les diera vida, no que se las robara.

Así fue que cuando el loco se fue también salí con él. Y me dirigí al final de la fila y ahí estoy, esperando que algún escritor me cite para dar vida a un texto.


                                                    Asunción - 2024



No hay comentarios:

Publicar un comentario

  Reflexiones     Durante muchos años dediqué mis horas de lectura a las biografías. Ejercía sobre mí una especie de fascinación ver c...