NOVELA
Firmé un libro y salí de la comisaría, era una mañana
cálida, con gente desplazándose sin prisa, fue difícil caminar después de una
noche terrorífica, durmiendo en el suelo y con la barriga vacía, anduve unas
cuadras y encontré una plaza donde me quedé haciendo ejercicios para recuperar
mi lamentable estado físico. Seguí caminando y desde lejos divisé la casa de
Amalia.
Cómo no hacerlo si en un entorno de casas bajitas, comunes,
se erguía imponente esa especie de castillo medieval que heredó de unos tíos
lejanos a los que ella cuidó hasta que fallecieron.
Recordé que cuando éramos niños veníamos a visitarlos, ella,
la tía, era una señora amable y cariñosa, a mí me gustaban las meriendas que
nos servían, es que preparaba tantas cosas exquisitas que cuando mamá anunciaba
que iríamos a ver a los tíos, yo saltaba y aplaudía contento.
Tal vez por eso me sentí triste al leer el cartel que había
en las rejas: SE VENDE Llamar al teléfono 274797.
Me senté frente a la gran casona ya que era temprano y
Amalia duerme hasta tarde los domingos, mil ideas empezaron a rondar por mi
cabeza ¿Por qué querrá venderla? en realidad es muy grande para una sola
persona. Será que no puede cubrir los gastos y pagar los altos impuestos. Será
qué tal vez quiere marcharse del pueblo, en fin, ahí estaba yo imaginando éstas
y otras muchas conjeturas, lo cierto es que el tiempo parecía no avanzar. Es
que los días domingos son lentos, tediosos.
De pronto tuve una visión reveladora, imaginé ver la casona
convertida en un lugar de descanso para las personas que iban a pasear a la
costa y me vi atendiendo, recibiendo y despidiendo gente. ¡Qué locura!
Tal vez no era una locura, con tantas habitaciones y ése
comedor inmenso, además de los bellos jardines que solo necesitaban
mantenimiento…
Pensaba también en el pago recibido por mi jubilación y mis
ahorros de tantos años trabajando en alta mar…era buen dinero para comenzar una
actividad que siempre me gustó, cuando llegábamos a algún puerto y nos
atendían, me sentía feliz.
Tendría que conversarlo con mi prima, tal vez en un futuro
próximo seamos socios.
¿Por qué no? Así la casona seguiría siendo de la familia.
Crucé la calle y toqué el timbre, era hora de estar cara a cara con Amalia.
Ana María Muñoz - 2024
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