Leonela
En 2024 vivimos
una crisis aguda de toda índole: económica, política, social, relacional, y
más. Que no es nueva, pero como todo el mundo se queja yo no estoy exenta. Las noticias invaden nuestras mentes con
información, a lo que cada informante le da color con sus propios comentarios
exponiendo lo que entiende o lo que le interesa, por lo que estoy descubriendo
lo que el ruido mundano me está influyendo.
Tomé la decisión
de ver pocas noticias, observar las quejas que alimentan mis pensamientos e
inciden en mis sentimientos, lo que repercute en mi salud, así que dije ¡Basta!
He de cambiar.
Claro, proponerse
cambiar es fácil, lograrlo no tanto.
Vivo en un viejo
edificio necesitado de arreglos que cuenta con solo ocho departamentos;
uno vacío, uno con una familia de tres y
el resto con una persona cada uno.
Hace dos o tres
meses alguien llamó a la puerta de acceso con un insistente “Señora, señora” a
lo que, al parecer nadie atendía. Se repitió un rato y bajé, ya que vivo en el
piso de arriba, sin ascensor, y allí había una mujer de edad indefinida, con
buena estatura y muy escaso peso, con solo dos dientes, que al verme me
preguntó “¿Puede darme algún alimento”? Le di lo que tenía para que se llevara
y solucionara apenas su momento de escasez.
En dos o tres
días la escena se repitió, esta vez con una voz que me resonó como a angustia, bajé
y le dije el número de mi departamento para que me llamara porque me parece una
ignominia que un ser humano deba pedir a gritos un alimento.
Algunas de mis
vecinas comentaron que podría pedir trabajo en lugar de alimentos, y esto me
llevó a meditar, no sobre Leonela, que así se llama, ni del comentario que me
hicieron, sino de mis juicios también trillados, y me propuse NO JUZGAR.
Un propósito muy
difícil de cumplir, porque viene una o dos veces por semana y debo respirar en
calma, atender si puedo su necesidad inmediata, desearle en la despedida que
consiga trabajo y no dar consejos ni reclamos.
¿Cuál es su
historia? No la sé ni la voy a preguntar, pues equivaldría a juzgarla, lo que
hace y lo que debería hacer.
Probablemente no
ha tenido ejemplos amorosos como los que tuve y me formaron en el trabajo y el
agradecimiento, en valorar.
Hoy, primero de
enero, salí a caminar unas cuadras para mover mis articulaciones afectadas con
la artritis, al regresar la encontré sentada en la puerta, a la espera de que
alguien le prestara algo de atención, le dolía el estómago, quizás de hambre, y
agradeció mi sánguche improvisado, con “ahora mismo me lo como”
Pero, como en
todo, siempre especulo con lo que voy a ganar en esto: un ejercicio real de no
juzgar.
Iris Neli- 2025
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