Anécdota
Mi compañera
de sangre.
Después de varios meses sin vernos, mi hermana Teresita
debía acompañarme al médico. Era un caso especial, porque la vería después de mucho
esperar, y además quería hacerla más partícipe de mi estado de salud, algo que
estábamos haciendo vía sólo WhatsApp.
Escribí todas las preguntas médicas, y compré unas galletas
para compartir con ella que, ¡Había hecho un espacio especial en su trabajo,
para estar conmigo y escuchar al médico! Quise hacerle algo especial y le tejí
una carpetita a crochet, algo que quería ella desde hace mucho.
Me pasó a buscar, y conversamos mucho. Yo no dejaba de
hacerle preguntas, pero ella permanecía calladita, manejando con prudencia y
respondiendo en forma precisa y llena de contenido. Ella es muy linda
físicamente, y se abre a la conversación cuando la temática le resulta interesante,
así que también callé un poquito, para escucharla a ella.
Llegamos y expresó “Qué hermoso lugar…”, y nos sentamos a
esperar el llamado. Su expresión calmó mi ansiedad y me puso tan contenta, que observaba
a mi alrededor, con dulzura y esperanza, más allá de que los médicos no me
gustan. Y continuamos dialogando. Fui descubriendo cómo es su trabajo, cómo es
su rutina diaria, y su diálogo era constructivo y lleno de vida.
En medio de la consulta, le dije que la extrañaba mucho, que
quería verla más seguido. Parece que lo dije con tono nervioso, porque a la
salida exclamó “¡Cómo le vas a decir al médico que no te veo! Lo que pasó ya
fue, es momento de construir algo nuevo” Y eso me dejó algo más reservada, ya
que no lo había visto así antes.
Regresamos calladas, reflexivas, y se retiró de inmediato.
Ella no dijo mucho, pero fue completo y abierto, eso hizo palpitar mi corazón
con una nueva perspectiva, con la ilusión de empezar bien el tratamiento, con
una relación más agradable con mi hermana, y con el valor de su compañía más
allá de conversar tanto. La belleza que se veía en el consultorio, era más de
lo que cada una lleva en el corazón, y se expresa con armonía en el exterior. Y
es que estábamos juntas, como hermanas y compañeras.
Caso
Yo tenía
turno médico, y mi hermana Teresita debía acompañarme. La esperé con galletas y
mucha esperanza.
Pasó a buscarme y conversamos en el trayecto.
Le gustó el espacio del consultorio, y compartimos la espera.
Expresé una
incomodidad que no fue bien recibida por ella, y lo expresó en el viaje de
regreso. Volvimos calladas. Aprendí el valor de su compañía, como hermana y
compañera.
Consigna: Elegir una
circunstancia o experiencia propia, y escribir una anécdota y un caso de la
misma, aportando dos visiones de un mismo hecho.
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