miércoles, 11 de junio de 2025

 

Crear un personaje.

 

    SERGIO

La semana pasada cumplió diecinueve años. Hace poco terminó sus estudios secundarios con excelentes calificaciones.

Es hijo único y todavía vive con sus padres. Sergio no está en condiciones económicas de independizarse puesto que, a pesar de que está buscando trabajo no lo consigue.

Físicamente es menudo, bastante delgado. De rostro armonioso, lo que llamaríamos una cara bonita. Tiene ojos verdes y una hermosa cabellera de color castaño, que le llega hasta los hombros. Es lampiño, de tez muy blanca.

Desde pequeño, según él, desde que tenía uso de razón se percibía diferente a los otros niños. Se veía como niña. Su juego favorito era hurgar en el vestidor de su madre, una mujer joven muy coqueta, que siempre estaba probándose vestidos y zapatos.

Él la observaba atentamente como se vestía y se maquillaba. Y cuando ella salía por algún motivo, aprovechaba para probar sus cosméticos. Comenzó tímidamente a pintarse con el lápiz labial. De a poco se fue animando a usarlos a todos.

Nada le daba más alegría que verse en el espejo, transformado en una chica. Era la imagen con la hubiera querido mostrase a todos.

Toda esta ceremonia, la hacía con mucho cuidado. Dejaba cada cosa en su lugar, para que su madre no se diera cuenta.

Se ponía los zapatos con taco aguja, los guantes largos de raso, sombrero y collar de perlas con varias vueltas y el espejo le devolvía la imagen con la que soñaba. Se sentía una diva. Perfectamente podía pasar como una hermosa jovencita.

Pero, lamentablemente para él, no se atrevía a mostrarse de esa manera ante nadie y menos ante sus padres, que no sospechaban nada.

El único que conocía su secreto era Martín, su mejor amigo y compañero de la secundaria. Había mucha confianza entre ellos. Tal vez porque ambos sufrían por problemas de identidad. Martín era un chico gay que no se animaba a “salir del placar”.

Una tarde que sus padres habían salido a hacer unas compras, aprovechó, como siempre, a realizar su transformación.

No pasó ni media hora, que escuchó el ruido de llaves abriendo la puerta. Era su madre, que se había olvidado la billetera. Entró apurada a su dormitorio y se encontró con Sergio.

Sergio estaba paralizado. Quiso decir algo pero no le salían más que balbuceos.

La madre le explicaba, con toda naturalidad, como si siempre lo hubiera visto así, el motivo por el cuál había vuelto tan rápido.

Sergio seguía inmóvil. El miedo, la angustia le cerraban la garganta.

Sus ojos se llenaron de lágrimas. Al ver esto, la mujer se acercó y lo abrazó fuertemente durante un instante y le dijo – Hija, tranquilízate. No llores. Yo siempre lo supe. Sólo estaba esperando que te animarás a abrir tu corazón-

                                                                    Nela Bodoc - 2025



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