Crear un personaje.
SERGIO
La semana pasada cumplió diecinueve años. Hace poco terminó
sus estudios secundarios con excelentes calificaciones.
Es hijo único y todavía vive con sus padres. Sergio no está
en condiciones económicas de independizarse puesto que, a pesar de que está
buscando trabajo no lo consigue.
Físicamente es menudo, bastante delgado. De rostro
armonioso, lo que llamaríamos una cara bonita. Tiene ojos verdes y una hermosa
cabellera de color castaño, que le llega hasta los hombros. Es lampiño, de tez
muy blanca.
Desde pequeño, según él, desde que tenía uso de razón se
percibía diferente a los otros niños. Se veía como niña. Su juego favorito era
hurgar en el vestidor de su madre, una mujer joven muy coqueta, que siempre
estaba probándose vestidos y zapatos.
Él la observaba atentamente como se vestía y se maquillaba.
Y cuando ella salía por algún motivo, aprovechaba para probar sus cosméticos.
Comenzó tímidamente a pintarse con el lápiz labial. De a poco se fue animando a
usarlos a todos.
Nada le daba más alegría que verse en el espejo,
transformado en una chica. Era la imagen con la hubiera querido mostrase a
todos.
Toda esta ceremonia, la hacía con mucho cuidado. Dejaba cada
cosa en su lugar, para que su madre no se diera cuenta.
Se ponía los zapatos con taco aguja, los guantes largos de
raso, sombrero y collar de perlas con varias vueltas y el espejo le devolvía la
imagen con la que soñaba. Se sentía una diva. Perfectamente podía pasar como
una hermosa jovencita.
Pero, lamentablemente para él, no se atrevía a mostrarse de
esa manera ante nadie y menos ante sus padres, que no sospechaban nada.
El único que conocía su secreto era Martín, su mejor amigo y
compañero de la secundaria. Había mucha confianza entre ellos. Tal vez porque
ambos sufrían por problemas de identidad. Martín era un chico gay que no se
animaba a “salir del placar”.
Una tarde que sus padres habían salido a hacer unas compras,
aprovechó, como siempre, a realizar su transformación.
No pasó ni media hora, que escuchó el ruido de llaves
abriendo la puerta. Era su madre, que se había olvidado la billetera. Entró
apurada a su dormitorio y se encontró con Sergio.
Sergio estaba paralizado. Quiso decir algo pero no le salían
más que balbuceos.
La madre le explicaba, con toda naturalidad, como si siempre
lo hubiera visto así, el motivo por el cuál había vuelto tan rápido.
Sergio seguía inmóvil. El miedo, la angustia le cerraban la
garganta.
Sus ojos se llenaron de lágrimas. Al ver esto, la mujer se
acercó y lo abrazó fuertemente durante un instante y le dijo – Hija,
tranquilízate. No llores. Yo siempre lo supe. Sólo estaba esperando que te
animarás a abrir tu corazón-
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