Fábula
El Faro y el
mar
Una tarde de verano cuando aún el sol no se escondía, el mar
estaba muy enojado, sus mareas lo demostraban así, golpeando fuertemente sus
olas contra el Faro que estaba aún apagado. Los barcos apenas podían flotar con
tanto oleaje.
Al ver esto el bondadoso Faro, siempre atento y expectante
le preguntó qué le pasaba, ya que la luna no había cambiado para que él se
pusiera así de bravo.
-Estoy muy enojado- Dijo el mar haciendo romper fuertes olas
sobre la playa. – En el día de ayer los barcos decidieron no navegar por mis
aguas porque venía una supuesta tormenta que nunca llegó, estuve todo el día
muy aburrido… a vos te tiene que haber pasado lo mismo –dijo- Por la noche no
tuviste a nadie a quien guiar, o sea, perdiste tu energía prendiendo tu luz
iluminando el camino en vano- y volvió a reventar una gran ola que dio vuelta
una pequeña embarcación.
El Faro al ver esta furia tan dramática del Mar, trato de
calmarlo minimizando el problema. -Haya o no alguien a quien guiar, enciendo mi
luz y te ilumino a vos que te veo a veces tan pacífico y otras con tantas olas
que vienen y van, disfruto mucho eso. Pero la verdad que lo que estoy viendo
hoy no me gusta, porque a pesar que no hay tormentas que pongan en peligro las
embarcaciones, estás tú tan furioso que haces peligroso el navegar, seguramente
mañana nadie querrá salir otra vez por estas olas tremendas que estás
generando.
El Mar se quedó quieto pensando lo que le decía el Faro. –La
verdad tienes razón, ayer no disfruté el día pacífico que había, pensando en mí
enojo porque estaba aburrido, sin darme cuenta que siempre estás conmigo,
acompañándome, ahí firme y en silencio, solo observando.
Claro- Dijo el Faro –Hay que aprovechar cada momento que es
único, no lo dejemos pasar pensando que podría ser mejor. Vivamos cada
instante.
Moraleja: “Hay que
vivir el presente sin pensar ni engancharse con lo que pasó ayer.”
Laura Mondati
22/05/2025
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