Micro relatos
Inesperado
Iba y venía una y otra vez, los nervios lo consumían, como
él lo hacía con los cigarrillos. Una puerta se abrió y escuchó una voz que le
decía: -Señor Gutiérrez, lo felicito, acaba de ser padre de cuatro hermosas
niñas.
No escuchó más nada. Se desplomó.
Pasillo largo……
Pasillo largo,
puerta en el medio. Abrió apurada. Se dirigió al cuarto. Corrió la puerta del
placar. No encontró ni su ropa, ni su reloj ni el perfume que tanto le gustaba
Todo estaba vacío. Vacío como su alma desolada, vacío como su corazón
destrozado.
Bruma
La había buscado por
todos lados. Se le ocurrió mirar en el cobertizo. Quedaba poca luz, apenas
veía, pero supo que estaba allí. Extendió la mano y rozó su hocico húmedo.
Siguió tanteando y tocó unos cuerpecitos. Ella lamió su mano, orgullosa le
presentaba a sus pequeños.
¡Bruma, su hermosa
Bruma, había sido mamá!
Irrealidad
No quiso ver ni quiso
oír, mucho menos sentir.
Tapó su cabeza con la
almohada y se durmió.
La guerra había quedado
afuera.
Llegar
Sólo quería
llegar. No importaba el hambre ni la sed o el cansancio. Sólo quería llegar.
Llegar a tiempo, para besar su mano y cerrar sus ojos.
Entrega
Tomó su mano y caminó rápido junto a él. No sabía a dónde
se dirigía y no preguntó.
Era mejor no saber.
La vista gorda
De tanto en tanto, se descuidaba.
Miraba para otro lado. Dejaba que hicieran. No lo haría más rico ni más pobre
una fruta más o menos.
Esos niños lo necesitaban más. Lo
hacían por hambre.
Alicia Rita García – Julio 2022
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