viernes, 27 de diciembre de 2024

 

                                                    

LAS CIUDADES INVISIBLES



                                                               LA ISLA DEL SILENCIO

                                              

                                                                     Parte II

 

            Desperté ante el suave sonido que producía una pequeña culebra al deslizarse sobre la roca, en primer momento no supe donde me hallaba, pero unos minutos bastaron para recordar todo, así que hice una oración pidiendo a Dios que me ayudara a no entrar en pánico y salí de mi escondite encandilándome con el sol radiante de la mañana. Afuera el desierto retomaba su ritmo como si nada hubiera sucedido, pero yo tenía la ropa hecha jirones y la piel que había quedado expuesta estaba totalmente erosionada y comenzaba arder bastante mientras mi hombro dolía terriblemente  ante el   más leve movimiento, a lo que hay que sumarle el hambre y la sed que me urgían a buscar comida y agua, pero ¿dónde estarían mis provisiones? Posiblemente bajo varios centímetros de arena y totalmente oculta a mis ojos.

            Caminé un buen rato sin alejarme demasiado hasta sentir los efectos del sol sobre mi cabeza y la falta de agua de mi organismo, así que volví al refugio de la noche anterior y me senté sobre la piedra recostando mi espalda sobre la pared rocosa. Cerré los ojos. De pronto mi olfato percibió un inconfundible olor a chocolate caliente que me hizo abrirlos rápidamente para ver solo desolación ante mí, “Estoy comenzando a alucinar”, pensé. Descubrí que percibía el olor más fácilmente si volteaba la cabeza hacia la izquierda, así que la mantuve en esa posición hasta que mis ojos comenzaron a ver algo que no había visto hasta entonces: una estrecha abertura en la roca. Con gran esfuerzo me introduje por allí y conforme avanzaba por el estrecho pasadizo éste descendía en un plano inclinado y el olor a chocolate se hacía más intenso. Pasadas más o menos dos horas llegué al otro lado del pasadizo y ante mí se extendía  una especie de llanura cubierta de vegetales multicolores que nunca había visto ni imaginado en el más alocado de mis sueños y de dónde provenía el olor a chocolate. Había plantas semejantes a helechos,  de hojas violetas y flores naranja, hojas verdes con manchas púrpura o azules con bordes dorados, también árboles de copas blancas y troncos azules, una especie de selva con tantas variantes de colores imposibles para mi mente que olvidé totalmente el hambre, el dolor y mi miedo.

            Vagué algún tiempo sin poder creer lo que veía ni atreverme a tocar las flores y los frutos que me rodeaban de los que emanaban perfumes increíbles, cuando pasó ante mí un perro ladrando furiosamente aunque no pude oírlo, cubierto de escamas nacaradas con reflejos de colores en lugar de pelo, lo que lo hacía parecer un juguete con vida. Ante el alerta que diera el animal aparecieron dos seres muy extraños, de alta talla, delgados y de cabellos y ojos amarillos, mientras que su piel era totalmente blanca. No sé si fue la impresión sumada al hambre y la deshidratación que me desmayé nuevamente.

            Recuperé lentamente los sentidos y desperté en una penumbra que apenas me permitía vislumbrar algunas siluetas de lo que presumí eran personas, y una de ellas se aproximó a mí.  Yo me encontraba en una especie de cama de suavidad increíble, de tejidos tan sutiles que casi no los percibía. El perfume reinante no se asemejaba a ninguno que hubiera experimentado y el silencio era aún mayor que el percibido en el desierto. De pronto una voz vibró dentro de mí, y lo digo porque ningún sonido audible rompió el silencio, preguntándome: “¿Se siente mejor?” – con lo que caí en la cuenta que no sentía el dolor del hombro dislocado ni el escozor de la piel erosionada, tampoco hambre ni sed.

            “Sí” – contesté, aunque no pude oír mi propia voz.

            “Solo le hemos puesto un calmante” – me dijo, y agregó – “la llevaremos al botánico para curarla en cuanto tenga más fuerzas”, y haciendo un gesto con la mano mientras salía de la sala produjo una música indescriptible, que nacía dentro de mis oídos.

            No entendí nada, ¿había dicho al botánico? pero daba lo mismo, me había abandonado a lo que creí eran  mis alucinaciones, sintiéndome tan bien que no deseaba despertar y me dediqué a percibir todo lo que estaba “dentro” de mis sentidos, que parecían ser más de cinco. Pensé en mis pulmones, ¿se habrían llenado de arena? Y pude ver mis pulmones por dentro, me detuve tratando de no entrar en pánico, luego, temerosamente pensé en mi corazón, y su imagen irrumpió como un río desbocado dentro de mi cerebro, con sus imágenes y sonidos me daban la misma sensación que había experimentado cuando vi por primera vez las Cataratas del Iguazú. Traté de calmarme, de que el pánico no tomara el comando. Respiré lo más profundamente que pude, con ritmo, hasta que fui retomando el control, y sin quererlo me dormí.

               Desperté cuando una suave voz me susurraba: “No se asuste, la vamos a llevar al botánico para curarla”

            Sonreí pensando en que había sido tanta la tensión durante la preparación de mi tesis que la palabra “botánica” me perseguía, pero en eso me llegó la aclaración del mismo modo telepático que había experimentado anteriormente - “Es que tenemos una farmacia viva, la aplicamos en el lugar sin dañar a las plantas”- lo que me agradó mucho más llenándome de gozo.

            Me trasladaron en lo que podría llamarse una camilla voladora, ya que no tenía contacto alguno con el piso, a través de largos pasillos de paredes muy simples construidas de cristales que dividían la luz del sol en bellos arcoiris, y según se me informó, acumulaban dicha luz para las horas nocturnas. Cruzamos en nuestro recorrido a más personas que pasaban con gestos de simpatía a nuestro lado y dentro de mí percibía que cada uno, como dicen los jóvenes, me “tiraba buena onda”.

            Ingresamos a una gran sala muy semejante a un invernadero, llena de arbustos color rosa, que tenían bajo sus ramas unas crisálidas enormes donde imaginé saldrían unas mariposas como avionetas, pero mi guía me explicó: “Son los por nacer”. Pegué tal respingo que volví a percibir de golpe las sensaciones aletargadas, mi hombro me dolía horriblemente y mis excoriaciones ardían como si tuviese un soplete encendido sobre la piel. “Debe calmarse – dijo mi guía- ha salido del calmante muy rápido, su mente se ha desconectado repentinamente del medicamento”

            Llegamos a una zona donde la vegetación era totalmente marrón claro, como ramos gigantes de coliflor, de los que emanaba un perfume agrio que irritaba los ojos y me obligaba a cerrarlos. Allí nos detuvimos bajo una planta y mi acompañante tomó con energía un tallo, pero sin dañarlo, acercándolo a mi hombro, y éste se asentó sobre mi cuerpo como un cobertor, transmitiéndome una vibración que se me ocurrió semejante a un gran imán, y lentamente, entré en un profundo sueño. Desperté cuando supuestamente afuera era de noche, pues la luz no pasaba a través de los cristales sino que provenía de ellos. “¿Cómo se siente?” me preguntó  el ser que me asistía. “Bien -  contesté, y por primera vez se me ocurrió preguntar - ¿Cómo te llamas?” “Urizem, ¿y usted?” “Beatriz -  contesté, y volví a preguntar - ¿eres hombre o mujer?” Percibía dentro de mí el rápido movimiento de ideas de mi interlocutor, tratando de situarse en el contexto de mi pregunta, y respondió “Solo somos seres, todos iguales, sin diferencias” Callé ante la imposibilidad de procesar tal información.

 

            Pasamos luego a otra zona donde la vegetación era de un suave color turquesa, con brillos pequeños que titilaban entre las hojas como gotas de rocío. Urizem colocó la camilla bajo un árbol que bajó sus hojas semejantes a las algas fibrosas que crecen en algunas costas hasta cubrirme como un manto. Quedé mucho tiempo en silencio, el más hermoso silencio que alguna vez vivencié. Mi piel recobró su color y suavidad original,  tras lo cual mi acompañante agradeció al árbol  y regresamos a la sala de la que habíamos partido. Y allí, cuidadosamente doblada estaba mi ropa de campo, tan íntegra como el día que la estrené, y recién caí en la cuenta que estaba vestida con una túnica de tenue tela blanca, así que mi acompañante me dejó sola para que me vistiera. Todo era armonía y respeto, y yo estaba feliz.

                                                                        

                                                            Asunción Ibáñez - 2013

Continuará. La parte I se publicó el 18/12/24



 

lunes, 23 de diciembre de 2024

 

 

En la paz, canta la vida,

Y en la vida un despertar.

En la suma, sueños locos,

No tan locos, si es amar.

Realimento la esperanza,

La pasión por entregar,

Me apaciguo, me convoco,

¡Es tiempo de Navidad!

            Alberto Coronel – 2024

 

 

jueves, 19 de diciembre de 2024

 

                                                                       


                                                            Presagio

 

                                            Una nube de polvo cubrió la ruta.

                                            Detuvo el coche y se apeó.

                                            El silencio pesaba esa tarde de verano.

                                            Era la hora de la siesta.

                                            No había canto de pájaros.

 

                                            Ni una sola hoja se movía en los árboles.

                                            Esa quietud era un presagio,

                                            Sintió un extraño ruido bajo sus pies.

                                            El llamador de ángeles bailaba la danza tan temida.

                                                                    Nela Bodoc – 2024

 


 

 

miércoles, 18 de diciembre de 2024

 



LAS CIUDADES INVISIBLES 

 

  

 

                                                LA ISLA DEL SILENCIO

                                                             Parte I

 

            Entré a casa preocupada por mi tesis de doctorado en biología vegetal, tema que ya arrastraba desde hacía bastante tiempo y a principios del 2008 había conseguido que me aprobaran la pre tesis y me dieran fecha para fines de año para defenderla ante el Tribunal Superior. Tenía que distribuir bien el tiempo si quería terminar acabadamente con todas las premisas que imponía la cátedra y además mantener mi privilegiado lugar en el Herbario Municipal donde hacía mis investigaciones de campo aunque no cobrara ni un peso, seguir con las aportaciones por Internet de mis avances a la Enciclopedia Botánica de la Universidad de Florida, con las clases que dictaba en la Escuela de Agronomía, con mi vida privada y con mi cordura lo más intacta posible.

            Pasé derecho a la cocina a dejar las compras que había realizado en el supermercado y encontré pendiente del teléfono de pared una enorme hoja con una nota. Mi esposo me decía en un breve mensaje que habían llamado de una ONG tratando de comunicarse conmigo, y también había un número anotado. Llamé sin pérdida de tiempo picada por la curiosidad. Esperé largos minutos mientras una musiquita molesta repicaba en mi aparato hasta que una voz varonil me atendió amablemente, querían una entrevista y quedamos en encontrarnos al día siguiente a las 16 horas en el 4º piso del Edificio Burgos. 

            Ya habían llegado varias personas, hombres y mujeres, con diferentes estilos de vestimenta lo que indicaba que no todos eran oficinistas o catedráticos, y uno de ellos se levantó dándome la bienvenida y tendiéndome la mano con una amplia sonrisa, y por su voz le reconocí como el que me atendiera el día anterior, quien me ofreció un lugar en la mesa y acto seguido me presentó al resto. 

            Una mujer muy elegante de mediana edad tomó la palabra diciendo sin otro preámbulo: “Representamos a la Organización no Gubernamental “Vida en el Desierto”, con filiales en todos los continentes. Tratamos de defender los desiertos del Planeta del abuso del hombre. Hemos conocido la noticia de que el Rally Dakar que se realizaba hasta ahora en África podría pasar este año a las partes desérticas de Argentina y Chile, por lo que estamos tomando precauciones para obtener información suficiente que nos permita luchar contra esa práctica innecesaria que romperá el equilibrio del ecosistema, requiriéndose, en el mejor de los casos y si no vuelve a ser vulnerado, 18 años para recuperarse tras el paso de cada vehículo, lo que se agrava ya que al no haber caminos cada uno abrirá frente por donde le parezca más fácil, dejando su propia huella de destrucción”.

            El silencio reinó en la sala por unos momentos, luego la señora Montero, tal era su apellido, agregó: “Lo que necesitamos de usted es lo siguiente: que instale parcelas de seguimiento de la vegetación, y por ende de todo el ecosistema, en algunas de las zonas desérticas por donde pasará la competencia. Tendremos que hacerlo con rapidez para tener datos bien evaluados lo antes posible para elevarlos a las autoridades y tratar de hacerlos desistir del proyecto, además servirán para hacer un seguimiento de las lecturas pudiendo contrastarlas con las que se realicen los días, meses y años posteriores.”

            Dentro de mi cabeza todo bullía, por fin tendría un buen trabajo de investigación, como a mí me gustan, y además ¡rentado! Pero la felicidad me duró poco, porque la señora agregó: “Podemos pagar los gastos de viaje, el material y el combustible para el vehículo que la llevará hasta la estación de guardaparques más cercana, pero no podemos ofrecerle una renta puesto que nuestra organización no recauda fondos suficientes. Esperamos que usted esté dispuesta a colaborar tan sólo por amor a la vida del Planeta y por el crédito que este estudio le aportará”.

            La idea del trabajo me encantó, no así lo del dinero, por lo que les pedí plazo de una semana para evaluarlo, y una vez que lo pensara día y noche y lo hablara largamente con mi familia, hice los arreglos necesarios para embarcarme en la tarea renunciando al único trabajo rentado con que contaba: las horas de cátedra. 

            Agradecida de la familia y especialmente del esposo que tengo que me alienta con entusiasmo en cada proyecto y acepta sin reclamos mis ausencias, partí llena de pertrechos en un poderoso jeep 4 x 4, muy semejante a los que se usan para la competencia del Rally conducido por otro voluntario, rumbo a las zonas pre establecidas por la ONG.

            Llegamos al enorme secano existente entre el Norte de Neuquén y el Sur de San Rafael, y quedé en la estación de control de guardaparques donde debí presentarle los permisos para ingresar a la zona. Cumplido este requisito dejé allí lo menos necesario y partí a caballo y acompañada por un guarda, con mi equipo que aún era enorme para mi tamaño, que me dejó  en una zona próxima retornando a su base con ambos caballos y desde allí seguí sola, maravillada ante tanta belleza y semi aplastada por mi carga bajo el sol abrasador.

            Instalé mi campamento frente a un punto de referencia visual en aquel monótono lugar: unas rocas que parecían castillos dorados a la luz del sol y que daban la impresión de que una mano gigante las hubiera colocado con delicadeza sobre la arena. Tomé mi brújula e hice mis cálculos (no puedo dejar de ser antigua) y posteriormente los corroboré con el instrumento de GPS que me regalara Manuel antes de mi partida, me comuniqué al control de los guardaparques indicándoles mi posición y una vez que respondieron me dediqué a las primeras observaciones del lugar, hasta que se agotó la luz del sol.

            Amanecía cuando el suave zumbido de algunos insectos ponía letra a la música suave del viento. Desperté llena de energía y de gozo ante la belleza que me rodeaba. Salí a instalar mis aparatos y a efectuar las primeras anotaciones de lo que observaba en el lugar. Cuando el sol estaba perpendicular sobre mí regresé a mi carpa y saqué la bolsitas con bollitos de pan  que especialmente hizo mi madre, el charque que me compró mi amiga Raquel y el escabeche de berenjenas que me preparó mi padre, y pensé que todos hubieran querido acompañarme y esa era su manera de estar junto a mí.

            Después de un breve descanso, tomé mi cantimplora y regresé al campo. Sentía tanto placer de estar en un lugar tan hermoso que pensé; “Estoy exagerando, nada es tan perfecto, debo guardar energías para los próximos días, pues pienso llegar hasta los castillos de piedra”.

            Eran pasadas las seis  de la tarde cuando hacia el norte todo se oscureció de golpe presagiado una tormenta, tomé lo más necesario y enfilé rápidamente hacia el campamento, pero no llegué muy lejos, apenas había caminado unos minutos cuando una pared de arena se arrojó sobre mí haciéndome caer de bruces. Sentía que no podía respirar ni abrir los ojos, así que vacié rápidamente mi morral y metí dentro la cabeza, tratando de protegerme, pero sentía que la fuerza poderosa del viento me arrastraba como a una insignificante hoja, desgarrando mi fuerte ropa de campo y lastimando mi piel, mientras la bolsa de mi cabeza se inflaba como la vela de un barco ejerciendo tanta fuerza que mi hombro pareció quebrarse en mil pedazos en un estallido de dolor y allí se acaban mis recuerdos.

            Desperté al frío contacto de una pequeña lagartija que pasó sobre mi cara, pero no pude mover ni un músculo. Abrí los ojos y quedé largo rato mirando, aturdida, la luna llena que iluminaba todo como ama majestuosa del desierto. Comencé a moverme lentamente y descubrí que tenía lesiones serias en mi hombro que me dolían aun sin moverlo, y de mis pertenencias no había ni señales. Había perdido mi brújula, mi GPS, mi reloj, mi teléfono satelital y mi morral, aquel en el que tenía introducida la cabeza en mi  último momento de conciencia. Tampoco tenía mis notas ni podría pedir ayuda, y el frío nocturno comenzaba a descender sobre mi aterradora soledad.

            Pude ver muy cerca de allí a los castillos de piedra que viera desde lejos en la mañana ¿tanto me había arrastrado el viento? Y a pesar de mi cuerpo adolorido sonreí, con mi escaso peso no podía anclarme en ningún lugar, así que habré ido con el viento hasta que éste pasara. Me puse de pie y caminé hacia el único lugar donde podía resguardarme. Encontré una grieta entre dos grandes rocas y llena de temores entré y me acurruqué canturreando una canción de mi infancia tratando de imaginar que no estaba habitada por alimañas ponzoñosas, y pensando en mis seres queridos me quedé profundamente dormida.

                                     Asunción Ibáñez - 2013

domingo, 15 de diciembre de 2024

                   

  



                                                                    Quizás estoy muerta,

                                        y no me doy cuenta.

                                        Tal vez estoy muerta

                                        pues sigo rumiando

                                        los mismos recuerdos.

                                        Seguro que he muerto

                                                             a medias y no veo el camino.





jueves, 12 de diciembre de 2024

 

 

Comparaciones y Metáforas.

Sus ojos arrasaron con su mirada mi rostro juvenil como un viento huracanado.

El viento huracanado de su mirada arrasó mi rostro juvenil.

 

La luna pasa como una moneda de oro por el cielo sin estrellas.

En la profunda noche sin estrellas, la luna de oro estampa su imagen dorada.

 

Los hombres marchaban con rabia al igual que sus caballos por la tierra gredosa.

Los hombres y los caballos marchaban con rabia hacia sus destinos gredosos.

 

Cuando tuvo en sus brazos a su niña recién nacida, el amor recorrió su cuerpo como una ola invisible.

Cuando tuvo en sus brazos a la niña recién nacida, una ola invisible de amor recorrió su cuerpo

 

Poesía:

TU MIRADA

Sus ojos me arrasaron como un viento huracanado.

Me estremecí con su encanto,

Su mirada inesperada.

No soy yo, dijo él, es la brisa

que te anima y promueve

tu sonrisa.

Te siento aquí en el alma,

hondo y claro.

cantando como olas muy lejanas

recordando tantas cosas, tantos tiempos

ya vividos, lágrimas, risas, suspiros,

sueños, una calle y una casa.

Clara Molina - 2024



martes, 10 de diciembre de 2024

 

Metáforas

 

Abuela Tata, tu corazón era un pozo infinito que abrazaba la vida de sus hijos. La vida de sus nietas y nietos.

Envuelta en tus brazos yo sentía el tambor de tu pecho.

Me sentía segura y querida y me sumergía en ellos, sabiendo que tus brazos eran puerto seguro. Nunca dudé de tu cariño, de tu vida dedicada a la familia.

Pero un día el viento frío apagó la luz de sus ojos.

Se me fue poblando la mente de palabras y razones: ¿Quién te llevó hasta tan lejos?

¿Qué me querías decir cuando te fuiste a dormir?

¿Por qué te llevó la muerte?

¿Va a revivir tu corazón tan cansado?

Te voy a esperar en la casa con un ramo de azucenas blancas, entre las paredes pobladas de recuerdos y roces como como si tu alma siguiera con amor mis ilusiones.

Ecos, rumores, sombras, nada…

¡Ah, si pudieras ver dulce y tierna abuela los ríos de dolor que lloro a solas!


                                                Clara Molina - 2024



 

lunes, 9 de diciembre de 2024

 

MICROCUENTO

                                                     

                                                                    Emergencia

Íbamos caminando apurados, la casa estaba en llamas y no había bomberos cerca de allí.

Alguien gritaba angustiado, la familia estaba afuera, solo faltaba Manuelita, la mascota.

                                                                              Ana María Muñoz - 2024

 


viernes, 6 de diciembre de 2024

 



Solo paz pide mi alma,

Descanso, mi corazón

No es la vida un tropezón

Y sí donde tropezar,

Haya paz para pensar,

Decisiones acertadas

En la simple pincelada

Que plasma mis emociones,

Me refugio en mis valores:

Paz, amor y libertad.

 

                                                  Alberto Coronel – 2024



 

 

jueves, 5 de diciembre de 2024

 

TALLER LÁPIZ CREATIVO

Un taller “LÁPIZ CREATIVO” me remitió a mi niñez, a recuerdos de mis padres de ensueños y remembranzas confusas.

Todo fue saliendo a la luz, intentando en algunos casos, ser espejo y documento, en otros reflejar el color del otoño o de la primavera.

Sin ser escritora, abordé todos los temas inspirada, quizás por un ángel que me ayuda siempre.

Soy, a veces, la que ayer sabía y ya no sabe. Tengo que crear en el momento y recuerdo los tiempos, la vida que se pone grave y el milagro de escribir y de crear es inmenso: hablar de una flor dorada o de la luna sombría son símbolos que nacen a la luz de este taller.

Estoy feliz cuando escribo, cuando logro una rima o imagino un duende invisible.

También me gusta escuchar a mis compañeras creativas. Todas con el mismo tema, cada una con su estilo; somos una orquesta, cada quien con su nota particular aporta una notación musical distinta de la realidad sonora. Nuestra tierra, nuestra música y la clave de los tiempos se reflejan en nuestros escritos.

Todas somos navegantes en la corriente de las letras hechas palabras, quizás esperando que pase la última barca que nos lleve a un nuevo continente de la creación.

 

Clara Molina - 2024



miércoles, 4 de diciembre de 2024

 

Descripción

 

Canción: “LIBRE” de PEDRO CAPÓ


La sensación de plenitud que invade mi alma al escuchar ese himno a la libertad, lleva a mover mis caderas a su ritmo pegadizo y me impulsa a bailar coqueteandole al sol, tal como dice la canción.

Realmente en mi pecho hay una revolución al escucharla, no dejando que nadie me vuelva a quitar esa libertad que siento en este momento, sin censurar lo que quiero, mis ganas de vivir disfrutando cada instante.

La descubrí en el momento justo que necesité fluir en contra la corriente, y porque no a favor, pero fluir al fin, salir de ese estanque en el que me encontraba. Me permite ser totalmente espontanea al momento de bailar, de mover mi cuerpo desde los pies hasta mi cabeza. Y serlo en mi diario vivir, sin ataduras. Me llena de alegría dejando de sufrir por lo que no tiene sentido, solo ser libre.

Llenando mis pulmones de aire, esa sensación de RESPIRAR, pero respirar de verdad sintiendo el pecho inflarse, sintiendo que todo el espacio se expande a nuestro alrededor como si no existieran límites, solo yo respirando en el infinito Universo.

Darme cuenta que esa libertad la perdí atándome a cadenas que luego se hicieron demasiado pesadas, cadenas internas que dejaron yagas por el tiempo que ese pesado metal estuvo en mí.

Heridas que poco a poco voy sanando pero dejan cicatrices para recordar que debo respirar libre, que la alegría que recuperé la debo defender, que mi sonrisa deja huellas que son bálsamo para continuar en este camino.

Esta canción se ha convertido en un himno para mí, cuando estoy donde mi sonrisa se apaga y las llagas empiezan a arder porque algo hace recordar esas pesadas cadenas del pasado, con ella vuelve la sonrisa y recuerdo que todo lo puedo con esa libertad interior.

 

Laura Mondati - 2024


martes, 3 de diciembre de 2024

 

Microcuento

 

        Me quiere, no me quiere. Me quiere, no me quiere- decía deshojando la flor en su mano.

        Sabía que era inútil.

        Él nunca volvería.

                                               Nela Bodoc - 2024



lunes, 2 de diciembre de 2024


  Ensayo

 

EL DEPORTE - EL JUEGO

AGONÍSTICA= Todo impulso psicológico de luchar. Toda la agresividad competitiva inconsciente.

Este término se usó en el Primer Congreso Internacional de Psicología del Deporte, realizado en Roma en abril de 1965.

De origen griego AGON quiere decir lucha (de la antigua Grecia) Agones eran los Juegos Públicos, Agonistas era el nombre dado al que participaba en concursos ya sean atletas, combatientes o actores de teatro.

Sin contienda no hay deporte, el afán de la victoria emana de capas profundas de la personalidad.

El juego es un acto voluntario, es como vivir fuera de la vida.

Es una incógnita del tiempo que secciona la realidad, un mundo impenetrable, esotérico en el que se destacan unas reglas, una lógica y una dedicación.

Desde la más tierna edad empieza la confrontación o competencia del ser humano con su semejante.

LA LITERATURA EN EL DEPORTE= Muchos han escrito libros famosos sobre el tema. Cito algunos de ellos.

Diálogos Futboleros, entre Fontanarrosa y Osvaldo Soriano.

Cuentos con Ajedrez, de Rodolfo Walsh.

El Boxeo, textos de Abelardo Castillo y Ricardo Piglia.

Literatura de la Pelota, Roberto Santoro.

A mi entender, el deporte es bueno para la salud física y emocional cuando es practicado en forma amateur ya que, aunque igual es una contienda entre rivales, no está contaminado por las ansias de conseguir dinero como ocurre en las grandes ligas de diversos deportes a través del tiempo y en todo el mundo.

La vida en sí es una continua competencia, desde niños se nos enseña el sentido de superar al otro y en todos los aspectos, siempre hay recompensa para el mejor.

Esto sucede en la escuela, en el trabajo, incluso en el hogar.

Ahí es donde aparecen varios enunciados y comparaciones, como por ejemplo: Aprende de tu hermano que tiene mejores calificaciones en el Boletín. Tu hermana es más ordenada con los útiles escolares;  la competencia está siempre presente y eso se refleja mayormente en el juego.

La filosofía de premio y castigo es innegable en el ámbito deportivo, lo que provoca frustraciones en quienes no logran cumplir los objetivos propuestos.

¿Qué pasaría si en vez de enseñarnos a competir nos enseñaran a empatizar?

¿Cómo sería la vida si el juego fuera solo eso, una sana diversión para disfrutar entre amigos y familias?

Tal vez sería aburrida porque la confrontación es parte de nuestro ADN, seguramente se buscarían otras formas de subir la adrenalina.

La mayoría de los deportes se practican con una pelota, son los deportes de multitudes, por eso hay mucha literatura en torno al Fútbol, poco y nada se ha escrito sobre tenis, hockey o basquetbol.

Una cancha de fútbol con su alfombra de verde césped, se transforma en un teatro de danzas cuando los veintidós jugadores comienzan el juego. Es un espectáculo magnífico.

Bernardo Canal Feijóo, presidía el Club Atlético Santiago en 1924 y escribía viñetas humorísticas y también la columna de deportes en el diario El Liberal (Santiago del Estero)

Era Licenciado en Derecho y fue el joven audaz que inició una nueva literatura, primero en unir Literatura y fútbol en el país y publicó su primer poemario: PENÚLTIMO POEMA DEL FÚTBOL, tenía solo veintisiete años, fue un osado para su época, era la indomable juventud avanzando sobre dos temas antagónicos:

POESÍA Y PATADAS.

El poema de Canal Feijóo:

CORNER

Los jugadores se reunieron a dar la bienvenida

como de un lejano horizonte

se levanta la pelota del córner,

abriendo su vuelo de serpentina…

se encoge la guardia de los jugadores

y ajusta el paredón del gol.

Entonces,

Entre las frentes endurecidas,

una frente,

aristada de voluntad

en un salto más alto que ninguno,

quiebra como un florete

el acero flexible de la parábola del corner…

 

Amo los deportes y sufro cuando la violencia los atrapa en mezquinos resentimientos y disputas sin sentido. Pido a los dirigentes y dirigidos, templanza y empatía, que no se termina la vida por perder una competencia, pido también mostrar en el juego no solo capacidad para ganar si no también para comprender que cada participante se preparó para ganar y que todos ganamos si el juego es limpio y disciplinado.

 

BIBLIOGRAFÍA

PSICOLOGÍA DEL DEPORTE Y PREPARACIÓN DEL DEPORTISTA:

Athayde Riveiro da Silva, Abogado, Psicólogo brasilero, trabajó como psicólogo de la Selección de Fútbol de Brasil años 1961-1965

CONTAR EL JUEGO: LITERATURA Y DEPORTE EN ARGENTINA

Ariel Scher, Docente, Periodista especializado en deporte.

 

                                                               Ana María Muñoz - 2024


  Reflexiones     Durante muchos años dediqué mis horas de lectura a las biografías. Ejercía sobre mí una especie de fascinación ver c...