LAS CUATRO
ORUGAS SE CONVIRTIERON EN HERMOSAS MARIPOSAS.
Después de algunos años que parecían pocos, comencé a notar que al
árbol frondoso donde reposé mi alma por mucho tiempo, comenzó a deshojarse. Fue
llamativo, causó asombro y temor a la vez en mi corazón.
¿Qué le falta? ¿Acaso será agua o será abono?
Fui cavando muy suavemente como
acariciando la tierra para saber el porqué de las hojas caídas, pensé que sus
raíces estaban enfermas. Minuciosamente, en retrospectiva, revisé la savia que
lo alimentaba, cada nudo en su tronco, cicatrices en cada rama por la poda en
luna menguante.
No entendí, todo funciona en él
armónicamente con el movimiento de la naturaleza.
De pronto percibo desde lo más profundo de él: “¡Por qué no te
has dado cuenta, mujer de Dios! ¡No estoy enfermo! No me estoy secando,
simplemente estoy cambiando mi traje porque ya el que tenía me quedaba chico,
me estoy desnudando porque quiero estrenar otro traje más colorido, más amplio,
Mis ramas serán más fuertes, se extenderán tanto que darán sombra y cobijo a
muchas especies, mis hojas limpias y brillantes, las flores y los frutos
darán más vida.”
“No te asustes mujer... la esencia está intacta, la naturaleza siempre
transforma para mejor. El apego sólo es una venda que no te deja ver que las
orugas ahora son mariposas y el árbol sólo está cambiando el follaje. No te
asustes mujer, Dios siempre dice presente en cada transformación natural.”
Luisa Rodríguez