Ella le dio
el Sol y la Luna, pero la niña tomó sólo una luciérnaga.
AMI
Este Taller es un espacio de escritura creativa, diseñado para las actividades de extensión Cafh Argentina 6
Calma
Verano. Contingente de turismo guiado. Me sentía saturada de
información. Estábamos en Córdoba, precisamente en Río Tercero, y la guía nos
había llevado por la zona agreste de la sierra.
En un pequeño arroyo se lucían los más bellos flamencos rosados
que yo había visto, aunque, a decir verdad, no he visto tantos flamencos en mi
vida, sólo los había visto una vez antes pero de plumaje blanco.
Siguiendo el arroyito vimos unos juncos que en sus tallos
lucían unos hermosos botones de color rosado, intenso y llamativo, que
inmediatamente asociamos con las aves, pero la guía dio por tierra nuestra
ilusión con una simple frase: “Son huevos de sapo”.
Y así siguió el paseo, descubriendo variedades de plantas
propias de la sierra, observando sus propiedades medicinales, o sus flores y sus
perfumes, que la guía describía al pasar.
El cansancio me iba invadiendo poco a poco, transformándose
lentamente en aburrimiento. Llegamos a un punto en el que el cauce de agua se
estrechaba, precipitándose en cascada hacia una parte más baja, siguiendo su
curso hacia el río.
Atardecía. El sol iluminaba la escena, y como si un mandato
oculto hubiera sido dado, todo el grupo hizo silencio. Busqué una piedra donde
sentarme, igual otras personas, las más jóvenes permanecieron de pie como en
éxtasis, contemplando ese tiempo-espacio presente, sagrado, en comunión con el
grupo y el entorno.
Cuando la luz del sol se extinguía partimos hacia el
vehículo que nos llevaría de vuelta, en silencio, en la armonía que nos brindó esa experiencia casi mística, compartida, guardada en nuestros corazones.
Dejé de ser observadora para ser parte del grupo, y el grupo
ya era parte de mí.
Asunción - 2020
Arturo y Manuel
Arturo era
un hombre tranquilo, le gustaba caminar por el vecindario y desde que falleció
su esposa lo hacía en solitario, ahora se había ido de viaje al norte del país
a visitar a su hermana, y Manolito, su nieto, que era un niño muy cariñoso, lo
extrañaba y cada día le preguntaba por teléfono cuándo regresaría.
-¡Dale abu!
volvé pronto que te extraño- Por eso apenas regresó lo llamó para hacerle la invitación.
Arturo se
sentía preocupado, porque desde que volvió de su viaje, su canario amarillo estaba
muy desanimado, ya no cantaba alegre como solía hacerlo cada mañana: -¿Será que
echa en falta a la patrona? Tal vez le pasa como a mí- pensó.
A la hora
convenida salió de su casa, muy bien arreglado y con un regalo para Manuel; apenas
se vieron, se abrazaron y se fueron caminando hacia el café Los Amigos, que
estaba en el barrio. ¡Qué feliz estaban el niño y su abuelo!, entraron y se
acomodaron en una mesa junto a una ventana.
-¡Quiero una
chocolatada con medias lunas! -dijo el pequeño entusiasmado.
-Si mi niño,
pida lo que quiera- De pronto Arturo se acordó del regalo y lo entregó a
Manolito.
-Gracias
abu, qué lindo, me encantan las travesuras de Mafalda.
Pasaron una
hermosa mañana charlando y riendo, comentando cosas de viajes y escuela.
Había mucho
para decir, había mucho amor entre ellos.
Ana María Muñoz - 2020
El caso:
Un accidente
singular
Ocurrió una noche, cerca de fines de diciembre. Una
septuagenaria bajó del colectivo, a las 21.45 horas, cargando varias bolsas de
compras de fin de año en sendas manos. Recorrió tres cuadras hasta llegar a su
barrio, que se caracteriza por tener grandes árboles muy frondosos, que ocultan
las luminarias tornándose bastante oscuro.
Cercana a su domicilio, tropezó con un perro negro, que
dormía en el medio de la vereda, a la sombra de un paraíso, por lo que era casi
imposible distinguirlo. La mujer cayó de cúbito dorsal, sin soltar los
paquetes, quedando totalmente tendida en el piso. Se supo qué cosa se había
llevado por delante por los gemidos del animal, que salió corriendo.
El hecho no tuvo graves consecuencias. La señora sufrió
algunos raspones en las rodillas, codos, manos y mentón. Sus anteojos cayeron
unos metros más adelante sin romperse. Una pareja vecina corrió a auxiliarla,
ayudandole a incorporarse, mientras el perro se alejaba velozmente, ladrando
lastimeramente.
La septuagenaria, una vez recuperada del shock, siguió
camino a su casa.
Nela Bodoc 2021
El espíritu
de la naturaleza
Era el primer domingo de la primavera y ese día amaneció
rutilante de sol y perfume de flores. Los padres de mi amiga Susana vendrían a
buscarme para ir a pasar el día a su casa de Aregua, éramos amigas inseparables
y como su mamá cocinaba muy bien prometía ser un día exquisito.
Llegamos rápidamente en su auto y como habíamos desayunado
nos dejaron salir a recorrer.
Era hermoso ver las irregularidades del terreno con piedras
de todos tamaños, la hojarasca de distinta tonalidad que iban del rosado al
amarillo, acompañado todo por el canto de los pájaros que interrumpía el
especial silencio del lugar; lo máximo fue llegar al arroyo, y el agua fresca
me invitaba a bañarme en ese mismo instante.
Pregunté- ¿De dónde viene esta agua? ¡No puedo creer
semejante delicia! ¿Podemos ir hasta la naciente?
Está cerca de aquí por
eso es fresca y limpia –dijo Susana– fuimos
con papá, mamá y Jorge el casero el mes pasado, llevaron picos y machetes, pues
tuvieron que abrir un pequeño sendero para llegar.
-Y ¿llegaron verdad?
–pregunté ansiosa -por favor, quiero
llegar a ese lugar -comencé a repetir mientras una fuerza interna me
estimulaba a caminar hacia allí.
-Sí claro, pero te
cuento que el bosque se va cerrando de a poco y se hace oscuro, parece de noche
andar por ahí –respondió -voy a acompañarte un rato, luego irás sola,
a mí no me gusta, y tienes que saber que hay víboras.
-Guauuu -exclamé.
Y sin pensar me dispuse a seguirla.
Susana iba delante de mí con paso firme y todo lo rápido que
permitía el terreno, pensando que tal vez pronto yo cambiaria de idea, al poco
tiempo los rayitos de sol que se filtraban por entre las hojas comenzaron a
escasear y todo se tornaba más y más oscuro. Era como un túnel verde y
achaparrado
- Aquí me quedo -se plantó Susana- tendrás que seguir sola, faltan unos metros
y cuidado con las víboras. -dentro de mi surgió la seguridad de que nada
malo me sucedería, así que continué el sendero sin titubear, sintiendo una
sensación de que una gran boca verde me tragaba lentamente.
Llegué… allí estaba yo sola con el fuerte ruido del agua que
caía entre las piedras. Lo primero que hice fue agradecer la oportunidad de
vivir ese momento en ese magnífico lugar que se parecía a un pequeño santuario.
-Hola -dijo una
vocecita suave y melódica- yo soy Luz.
-Hola Luz ¿dónde
estás? - contesté mientras buscaba por todos lados la dueña de esa voz.
-Aquí estoy en esta
enredadera que cae del lapacho- ahí
estaba, un hada diminuta, de vestido verde con pequeños brillantes multicolores.
Me animé a preguntar-
¿Vives aquí?
-¡Claro! Formo parte
de la hueste de honor que cuida la naturaleza.
Asombrada respondí: -Así
como los gnomos.
Si… ¡No me hables de ellos! Siempre hacen bromas, sobre todo a los
hombres, desorientan a los visitantes y no pueden encontrar el camino, así que no
pueden volver al lugar de donde vienen. Somos muchos, estamos en el agua, el
aire, la tierra y los árboles y ayudamos a todos los seres vivos que nos
necesitan para la conservación del bosque.
De pronto la voz de
Susana llamándome me hizo volver de la magia -¡Mirta! ¿Estás bien? - me gritaba desde lejos.
-¡Sí, ya voy!-
respondí. Quería quedarme mucho tiempo, pero comprendí que el momento había
pasado. Agradecí con todo mi corazón este encuentro con el espíritu de la
naturaleza. Dije una oración y me fui cantando bajito a reunirme con mi querida
amiga, pensando que tal vez algún un día le contaré lo que sucedió.
Mirta Fernández – 2021
AZUL
Un azul infinito colma un callejón con escalinatas que
invitan a subirlas y recorrerlo como un museo. En lo alto, apenas se distingue
el cielo en armonía con los techos que asoman. Hacia el final, de tal vez una
primera parte del callejón que se ve desde la entrada, una ventana invita a
mirar y una escalera blanca, al lado de las escalinatas, puede servir para
escapar hacia, quizás, otro color.
Acepto la invitación y como si fuese el pasillo de un museo
lo camino admirando su variedad de plantas distribuidas por las paredes de
ambos lados.
Hacia el final y antes de la primer curva se observa: del
lado derecho una ventana que me llama a mirar a través de ella. Camino
acercándome, y antes de que me asomara, un gato saltó desde la misma. Mis
piernas titubearon. El gato se detuvo, me miró y maullaba desconfiando de mi
presencia. Dí dos pasos para acariciarlo y se mostró erizado. Lo dejé y me
volví hacia la ventana, pero antes de lograr ver a través de ella, el gato
volvió a saltar y sentarse, mientras movía su cola mirándome. Detrás de él sólo
había una pared pintada de rojo como algunas de las macetas colgadas.
Si mal no recuerdo conté cinco macetas hasta ahí, pero ni siquiera puedo recordar qué desayuné. Mientras, el gato seguía mirándome; a pesar de su recibimiento estiré mi mano para acariciarlo demostrándole mi confianza, al hacerlo mi mano se tiñó de azul. Consternado me miré y por segundos vi cómo empezaba a brillar, la metí en el bolsillo de mi campera y me di vuelta para salir de allí corriendo, pero la entrada no estaba, sólo había una pared derramada del mismo azul.
Desesperé, grité, dónde me había metido la maldita curiosidad. Me tapé la cara con las manos, dos segundos después me percaté que ya no brillaba mi mano. Escuché un maullido. El gato estaba a tres pasos de mí, se había quedado encerrado conmigo. ¡Maldito gato! Le grité con furia. Se fue hasta la ventana y no lo vi asomarse en todo el rato que yo intentaba pensar cómo carajos salir de ahí.
Marisel Gómez 2020
Víctor, el duende
Acostumbro caminar cada día por el Parque Central de
Mendoza. Se acercaba la primavera y aumentaba la actividad, había más niños en
los juegos infantiles, grupos de gimnasia con sus profesores, adultos en las
instalaciones para ejercicios individuales, paseadores de perros y caminantes y
trotadores.
Hoy, 21 de Setiembre comienza la primavera, por eso salí muy
temprano, con los primeros rayos del sol,
para encontrar menos gente.
Troté un tramo acompañando mi paso con inspiraciones para
llenar mis pulmones del aire fresco. Me sentí algo agitada, hasta un poco
mareada, por eso me senté en un banco y traté de serenarme.
Hola –escuché de
pronto- ¿No te sientes bien?
Sorprendida miré a mi alrededor y no veía a nadie, y la misma vocesita se oyó
otra vez -¡Eh! ¡Estoy aquí, al lado del
banco, soy un gnomo, el espíritu de los picnics de primavera!
Parpadeé varias veces y logré verlo. Tendría unos veinte
centímetros de estatura, vestía un traje verde y un gorro puntiagudo del mismo
color.
Soy el que cuida de la
vida en este parque, por eso me preocupo si no te sientes bien –dijo.
¿Y cómo lo cuidas? –pregunté.
¡Con mucho esfuerzo! –farfulló-
desvío las pelotas para que no dañen las
flores o a los niños pequeñitos, apago las colillas de cigarrillos para que
nada ni nadie se queme, aviso sin que se den cuenta, a las madres cuando sus
niños se acercan al estanque, y cosas como esas.
¡Es un hermoso
trabajo! –acoté asombrada.
Sí, pero en el picnic
de primavera se junta tanta gente –dijo en tono de queja- que termino extenuado.
¿Cómo te llamás? -le
pregunté- ¿Nadie te ayuda?
Me llamo Víctor, soy
un duende, y me ayuda Lucesita, un hada y sus empleados, pero vos no podés
verlos –me aseguró.
¡Pero a vos te estoy
viendo! –dije algo alterada.
¡Claro! Me dejé ver
para que no te sintieras tan sola cuando no te sentías bien.
¡Ah! ¡Qué detalle!
¡Gracias! –dije.
¿Ya no tenés mareo? –preguntó
muy serio. Asentí con un gesto. Entonces
me voy, hoy será un día pesado de trabajo. Adiós, mañana te veo cuando pases trotando
–y desapareció de mi vista.
Ahora me pregunto: ¿Eso sucedió realmente o fue a causa del
mareo?
Asumi - 2021
Leyenda
Leyenda del muñeco de nieve
Cuenta la leyenda que hace
muchísimos años, en el norte de los Estados Unidos, vivía un hombre de baja
estatura y algo subido de peso que se llamaba Milost (“Gracia” en Checo), dueño
de una gran caramelera, y que visitaba a los niños en Navidad repartiéndoles un
canasto con caramelos y paletas. Junto con tan bello regalo, los niños eran
bendecidos con algún cuento que él mismo inventaba. Ellos, encantados con tanto
regalo, lo esperaban cada año para que les bendijera en las fiestas.
Durante muchos años los
visitó a ellos, y cuando estos
crecieron, a sus hijos. Un año Milost no apareció más. Lo buscaron extrañados y
se preguntaban dónde estaría. Recorrieron parques, plazas, cafés, y encontraron
cerca de donde vivía, un muñeco de nieve muy parecido a él. Se dieron cuenta
que Milost había partido dejándoles el honor de continuar con su ritual.
Después de ello, los niños
creaban la escultura con nieve, cada uno en sus casas, invocando sus caramelos
y sus cuentos, por tan amable gesto, y desde entonces es símbolo de buena
suerte en todos los países donde nieva en las ciudades.
Gabriela
Medawar - 2020.
ADIOS AL CEREZO
Hoy me levanté triste, recordé las primaveras de otros años,
cuando mi jardín lucía orgulloso el cerezo con sus bellas flores blancas, como
copos de algodón.
No tenía ganas de levantarme de la cama; pero lo hice, ya
que vendrían a visitarme mis nietos.
Como cada mañana, salí al patio y contemplé mi pequeño
jardín, sus brotes verdes y brillantes me sacaron una sonrisa. Saludé al jazmín
de la lluvia que ya asoma sus pimpollos.
-Buen día mis queridas y hermosas plantas- les dije.
Los rosales con sus tiernas hojitas recién nacidas me
respondieron con una sonrisa. La hortensia me miró y alegremente me hizo un
guiño. Cuando me acerqué a la lavanda, unas inquietas abejitas me saludaron con
un aleteo y la planta me regaló su más suave perfume.
-Hola mi querido cerezo ¿cómo te sientes hoy? -Le pregunté.
Con un hilo de voz apenas audible me contestó: -Ya no podré alegrarte con mis
flores ni podré darte mis ricos frutos para que hagas la mermelada, creo que ya
es mi fin.
-¡Ay no me digas eso por favor!- le dije -Ya verás que
pronto sanarás y volverás a ser fuerte y a llenarte de frutos otra vez-
Acaricié su tronco seco y entonces las lágrimas brotaron
como cascadas de sus ramas, que ya estaban secas también.
-No sueñes con mis frutos, desde ahora solo viviré en tus
recuerdos- me dijo con tanto dolor que las lágrimas salieron de mis ojos a
raudales. Lo abracé y le prometí que jamás lo olvidaría. Me consuela pensar que
cada año lo fotografié florecido y también cargado de frutos.
-Adiós y gracias por quererme y cuidarme tanto- me dijo y su
voz se apagó para siempre.
Entré a casa y busqué las fotos, en eso estaba cuando sonó
el timbre:
-Hola abuela Any, ¿Vas a hacernos los ñoquis hoy?
Mi día se alegró con la llegada de esas personitas amadas y
sus besos y abrazos fueron mi consuelo.
Unidos por
el fuego
Las tribus tehuelches, siguiendo la ruta de los guanacos
llegan con la luna nueva del solsticio de verano adonde la tierra es abrazada
por el mar. Todas las personas son convocadas al encuentro.
Ariadna
- 2020
Poesía
Mi primer beso
Mi primer beso fue asombroso.
En mi primer beso me
sorprendieron,
en mi primer beso sorprendí,
se acercó una boca hacia la mía,
y me dejó muy sorprendida.
Mi primer beso fue una respuesta
de mis ojos
los dejé abiertos como platos.
Los dejé abiertos como cuando la
luna es llena y mira a la tierra.
Cuando me preguntaron por qué mis
ojos estaban abiertos
cuando nos besamos
me inventé una respuesta:
Que mis ojos estaban abiertos
cuando nos besamos
porque esa es mi forma de besar.
Si supiera esa persona que fue mi
primer beso…
Pero nunca lo dije: fue mi primer
beso.
Verónica Gandarillas - 2021
Vecinas
famosas.
Esta situación sucedió en un edificio de departamentos, en
el tercer piso y su ubicación es justo en una esquina. Laura estaba lavando
ropa y no se dio cuenta que la manguera
del lavarropas se había descolgado y el agua jabonosa salía por un agujero del
detalle de la pared con ladrillos huecos y se iba directamente al piso de
abajo, el cual quedó totalmente inundado.
La vecina de abajo llamó directamente a la policía.
La situación se volvió jocosa entre los vecinos, cada uno la
interpretó a su manera y Laura, del departamento tres, pasó a conocerse en
otros barrios cercanos. Su vecina del departamento de abajo se ponía verde de
envidia de tanta popularidad ganada.
Tanto fue así que un día, en la iglesia parroquial, durante
la misa de Noche Buena, la vecina indignada se puso a cantar como un gallo al
frente de los feligreses, y al final, satisfecha con su osadía dijo: ¡Ahora sí! ¡Yo voy a ser la más famosa vecina
de mi barrio y de todos los barrios de esta ciudad!
Juanita
Scaramella - 2020
Fábula.
La ardilla y el pájaro
carpintero
En un frío bosque de robles en Winnipeg estaban una
ardilla y un pájaro carpintero iniciando una conversación.
Nela Bodoc - 2020
dialogo
Construyendo
Es una noche fría y solitaria de un domingo de agosto.
Matías recorre las calles de la ciudad buscando alimento caliente y a Jimena,
la compañerita de escuela que le ofreció una pieza para descansar.
Matías comió con entusiasmo su cena. Su carita recuperaba el color y la alegría se iluminaba en su mirada. Siguieron comiendo animadamente y Macarena, la hija del profesor, interrumpió la charla.
El amor sobrevuela
Cuando cae la tarde y el sol
se aleja tras las montañas,
contemplo el cielo infinito
y las bendiciones que
derrama.
El aire primaveral envuelve
el espacio,
perfumando las horas del
descanso,
y un canto de gratitud emana
de mis labios cual remanso.
Gracias, por el aire, por las
flores.
Gracias por el trino de las
aves
y por todo lo que natura nos
da,
que es de la felicidad, la
clave.
El amor sobrevuela el
universo,
sembrando el suelo de armonía,
con ángeles que acuden a ayudarnos,
mostrándonos la epifanía.
Alzo mis ojos y veo mi ángel
que extiende sus manitos
hacia mí.
Inclino mi cabeza reverente
y en esa actitud me adormecí.
Ana María Muñoz
Leyenda
Salamanca
Por las
llanuras chaqueñas cuentan una leyenda, cuando una persona está sola en medio
de los bosques, se levanta una hermosa ciudad nunca antes vistas. Los que no se
dejaron atrapar o atraer por tal belleza pueden contar la historia.
Indican que
cuando estaban en medio de los bosques no importando la hora, o si fuera de
noche o de día, se empezaba a escuchar conversaciones, risas, sonidos de coche,
ladridos de perros, que llamaban la atención de los transeúntes que se
acercaban por la curiosidad que sentían, pues ellos conocían estos lugares y sabían
que no existía un pueblo cercano.
Vislumbraban
una hermosa ciudad que se levantaba en medio de la nada, se veía las cortinas
blancas de las puertas de las casas levantarse con el viento, invitando a que
se acercaran más y más hasta consumirlos por su curiosidad.
En esa ciudad
todos se ven felices entre risas y cantos, y todo transcurre en perfecta
armonía, mientras más tiempo se quede el visitante menos posibilidades tiene de
volver a su realidad, hasta hacerlo desaparecer junto con ella.
No todos los
días se encuentra este portal de acceso a una ciudad, con una belleza fuera de
lo conocido, son horas, lugar y días determinados, ¿Por quién? no lo sabemos…
Basilia Arenas - 2020
Reunión en Familia
Vienen a mi mente viejos recuerdos de mi infancia y juventud, algunos de
ellos, los más relevantes en mi vida, son aquellos domingos en familia. Domingos
bulliciosos, .muy concurridos.
Así terminaban esos encuentros. Con la alegría de compartir, un buen rato en familia. Plenos de muchas risas y cariños. Hoy mirando hacia atrás, no puedo evitar que caiga una lágrima de emoción y melancolía al rememorar aquellos inolvidables y hermosos tiempos.
Estela
Puebla Estrella- 2021
CAMPOS DEL DESIERTO
Arturo se ha levantado cansado, con dolor de cabeza y algo de malhumor. Prende la radio mientras se prepara unos amargos y escucha las malas noticias. Y mirando a su canario, rezonga más que dice: -Pucha, con razón me siento mal, dicen que hay Zonda en altura y que tal vez baje al llano- Acercándose a la jaula: Fiu fiu le silva al canario enjaulado -¿Cómo te sentís vos canario? ¿Te afecta el Zonda alto? Fiu fiu. Ya te cambio el agua, te pongo alpiste y una hojita extra de lechuga fresca. Tal vez hoy lo dejen pasar los milicos puntanos a mi hijo, y nos pueda traer al Manu. La pucha che, que año más seco. Año de la niña le llaman. Grande la sequía.
Arturo levanta la voz y llama fuerte a un tremendo perrazo marrón: -Trotón, vení a desayunar. Trotón viene corriendo a recibir su hueso y se pone a roerlo con fruición.
Y Arturo sigue con su casi monólogo: -Año malo este. Sequía, pandemia y estos que no dejan trabajar a la gente. Viste Trotón, mi hijo no puede venir a trabajar ni traernos al Manu. Menos mal que todavía soy joven, me tomo unos amargos y nos vamos a ver el campo y a los animales. Sí Trotón, tenemos que bombear agua del pozo para ellos. Deja el mate, se calza el sombrero, toma la azada y sale rezongando campo afuera.
Y continúa su “charla” con su
amigo fiel: -Esta gente de traje y
corbata, zapatos lustrados, notebook en el maletín, no tiene idea del trabajo
de campo. Creen que los animales pueden esperar hasta que pase la pandemia para
tomar agua, comer y parir. Se van a morir todos. Menos mal que yo vivo aquí y a
estos los puedo cuidar. Dios quiera que se vaya la Niña y venga el Niño, hace
falta que caiga agua del cielo. Vamos Trotón, que el Manu no viene y es hora de
hacer el almuerzo. Hace tanto calor, pobres bestias, tienen sed y hambre ¡Qué
saben los políticos del sacrificio del campo! Vamos Trotón, que está fuerte el
sol y tengo mucho calor.
Teresa
Columna -2020
ANYI DE VIAJE
Anyi subió al tren apresuradamente, en su rostro una gran
sonrisa delataba su emoción. Esta pequeña de ocho años inquieta y charlatana,
muy diferente a las personitas de su edad, iniciaba así su primer viaje sin
mamá y hermanos. Solos ella y su padre, que cumplía sus labores como empleado
del ferrocarril, era como viajar sola y eso era realmente excitante para su
alma inquieta y su avidez por descubrirlo todo.
Papá acomodó a su hija en el vagón de primera clase,
aconsejándole que permaneciera en su asiento mientras él realizaba su trabajo,
prometiendo volver cada vez que tuviese un momento libre para estar con ella.
Anyi respiró aliviada. Quería estar sola, se sentía grande
en ese vagón inmenso que poco a poco fue llenándose de pasajeros, observaba
atenta todo lo que ocurría a su alrededor.
Algunas personas la saludaban, sorprendidas de verla allí
sin la compañía de un adulto.
En un momento en que estaba distraída mirando por la
ventanilla a un señor muy elegante que llevaba en brazos a un muñeco igualito a
él y que además llevaba un maletín negro y brillante, unas personas habían
ocupado los asientos frente a ella.
-Buen día niña- saludaron. -Hola, buen día, me llamo Anyi,
mi papá trabaja acá, y enseguida va a venir. ¿Hacia dónde viajan ustedes? Y bla
bla bla, no paraba de hablar, moviendo sus manos, acomodando sus cortos
cabellos y mirando con sus grandes ojos negros y vivaces a sus compañeros de
viaje.
Grande fue su sorpresa cuando el hombre del muñeco se sentó
a su lado, la niña lo miró intrigada y vio que el muñeco lucía el mismo traje y
el mismo sombrero que su portador.
-Buen día gente linda, con el permiso de ustedes ocuparé
este lugar ya que no quedan más asientos en el vagón -Buen día señor, buen día
muñeco, sí claro que pueden sentarse aquí, me llamo Anyi, mi papá vendrá
pronto; pero se quedará solo un momento porque tiene que trabajar, ¿usted cómo
se llama y como se llama este lindo muñequito? Y bla bla bla, Anyi no paraba de
hablar.
De pronto una voz un poco rara dijo: -Me llamo Alfredo y soy
un personaje, no un muñequito-
Silencio. La niña y los otros pasajeros estaban atónitos,
¡un muñeco que responde como si fuese una persona! Se miraron sin comprender
como era posible que esto fuese real.
El tren dio un último silbato y empezó a moverse, la gente
desde el andén saludaba agitando sus manos y diciendo adiós, todos se
acomodaron en sus lugares y así se dispusieron a viajar tranquilos. Menos la
pequeña que estaba ansiosa por saber los secretos de Alfredo.
-Bueno, bueno. A ver Alfredo, ¿te gustaría charlar conmigo,
para conocernos un poco?
El dueño del muñeco sonrió a Anyi con simpatía y le dijo a Alfredo que le responda, éste lo miró medio enojado y dijo a la niña: -Hoy no tengo ganas de conocer a nadie-
El tren avanzaba a gran velocidad, los pasajeros charlaban
alegremente, mientras la niña se aburría sin moverse de su asiento y sin poder
conversar con el malhumorado Alfredo.
-Alfredo, tengo caramelos en mi bolso, ¿quieres uno? Son muy
ricos, a todos mis amigos les gustan -No, no puedo comer caramelos, soy un
personaje-respondió. Anyi rezongó algo entre dientes y dio vuelta su rostro
hacia la ventanilla, por un largo rato miró solo el paisaje, estaba muy
enojada.
-Ese tonto muñeco, qué se habrá creído, es un mal educado,
no volveré a dirigirle la palabra jamás-
El fuerte y largo silbato la sobresaltó, el tren se detuvo y
su compañero de asiento con su muñeco y su maletín descendieron a toda prisa.
La estación era una casona fea y muy descuidada, parecía que era un pueblo
pequeño de casas bajas y dispersas, con calles de tierra y muchos árboles. Anyi
vio cómo se alejaban del andén y de pronto vio a su padre tras ellos llevando
una gran valija.
-¡Papá, papá, acá estoy esperándote, no te vayas!- gritó
desesperada y de un salto salió de su asiento hacia la puerta, el silbato
volvió a sonar anunciando que el tren continuaría su marcha, la niña comenzó a
llorar pensando que su padre se quedaría allí y ella no volvería a verlo, el
tren se
movió y la estación quedó atrás, la pequeña estaba aterrada.
Cuando creía ser una niña abandonada, vio venir desde el
fondo del vagón a su padre sonriente y con una bella flor en la mano. -Mi
querida niña, mira lo que te manda mi amigo Alfredo para desearte buen viaje-
le dijo entregándole la flor -Pero a ver ¿qué pasa, acaso estabas llorando? No
pude venir antes a estar a tu lado; porque había mucho trabajo, ahora estoy
acá, ven, dame un abrazo.
-Papi, ¿es verdad que Alfredo es tu amigo? -Si claro, lo
conozco hace muchos años. Ahora está muy enfermo y eso me da pena, ya no es
alegre y divertido como antes. Ahora tiene roto el corazón.
-Cuando lo vuelvas a ver dale saludos y dile que quiero que
se sane pronto- dijo Anyi con tristeza y remordimiento por haber pensado mal de
él.
Siguieron el viaje y tras un largo rato, el papá se levantó
del asiento y con voz firme y fuerte anunció: -Señores pasajeros, estamos
arribando al final del viaje, no olviden sus pertenencias, tengan todos ustedes
muy buen día. Gracias por elegir viajar en el tren-
Ana María
Muñoz 2021
Reflexiones CAMINO ESPIRIT...